Al menos 31 personas murieron y otras 101 resultaron heridas tras los primeros ataques de la nueva operación militar ordenada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, contra la insurgencia hutí en la capital yemení, Saná.

El Ministerio de Salud de los rebeldes hutíes confirmó la cifra preliminar de víctimas, advirtiendo que la mayoría eran mujeres y niños, y que la búsqueda de posibles afectados continuaba.

Desde Washington, el asesor de Seguridad Nacional, Mike Waltz, aseguró que varios líderes hutíes murieron durante la ofensiva, la cual calificó como una “respuesta abrumadora” a los ataques de los insurgentes contra la navegación en el mar Rojo.

El ataque ha sido condenado por los hutíes, quienes lo calificaron como un crimen de guerra y aseguraron que responderán a la agresión. Irán, principal aliado del grupo, también rechazó la intervención estadounidense, afirmando que EE.UU. “no tiene autoridad para dictar la política exterior iraní” y exigiendo el fin del apoyo estadounidense a Israel y su ofensiva en Gaza.

Trump justificó la ofensiva como un mensaje directo a Irán, exigiendo que cese su respaldo a los hutíes y deje de amenazar la seguridad global.