Señaló que “si no se tienen recursos para hacer un diagnóstico adecuado, no podremos establecer un parámetro que nos indique su presencia. La enfermedad que ocasiona puede confundirse con dengue, padecimiento de gran prevalencia en el país”.
Empero, dijo, no hay razón para alarmarse hasta conocer la verdadera situación. Lo importante es tomar medidas preventivas contra enfermedades transmitidas por mosquitos: mantener cubiertos los depósitos de agua y evitar charcos alrededor de las casas, colocar mosquiteros en puertas y ventanas, y usar repelentes, entre otras.
El experto de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) indicó que aunque el brote de VON en Estados Unidos cursa por una etapa al alza, en el continente está demostrada su presencia desde hace 13 años.
Subrayó que debido a la proximidad espacial y temporal de las infecciones de aves y humanos, los epidemiólogos han concluido que la transmisión sigue un ciclo enzoótico. Las aves, en particular las migratorias, actúan como reservorio y contagian a los mosquitos que, a su vez, propagan el microorganismo a los vertebrados.
El VON es un miembro de la familia Flaviviridae (género Flavivirus), a la que también pertenecen otros virus transferidos por mosquitos, como el dengue y la fiebre amarilla, o algunas hepatitis, detalló el académico en un comunicado.
El del Nilo provoca síntomas leves como fiebre, dolor de cabeza, náuseas, vómito y erupciones cutáneas, pero uno de cada 100 casos se torna grave y potencialmente mortal; entonces, puede afectar el Sistema Nervioso Central (SNC) y generar meningitis o encefalitis virales.
“Las manifestaciones serán propias de la magnitud del daño en el SNC, puede haber desde cefalea intensa y vómito, hasta trastornos de la conducta, o pérdida de la fuerza en alguna región del cuerpo, problemas respiratorios, como parálisis y hasta la muerte”.
Los primeros casos se diagnosticaron en 1937, en el distrito West Nile, Uganda; de ahí se diseminó en forma importante por África, Medio Oriente y Asia. En 1999, se identificaron y documentaron en Estados Unidos, mientras que en México, uno de los estados donde mejor se ha estudiado y detectado es Yucatán.