Sombreros, tenates, adornos, petates, entre otros, son las artesanías que elaboran y comercializan diversas familias del municipio de Ajalpan y la junta auxiliar de San Pedro Atzumba, perteneciente a Zapotitlán Salinas, quienes desde hace varias generaciones han logrado sobrevivir preservando esta artesanía ancestral poco valorada.

Pese a la distancia que existe entre ambas localidades, las similitudes en el tejido, diseño, elaboración y las carencias en las que viven hoy en día las familias artesanas son idénticos.

Ofelia Pérez Sandoval, originaria del municipio Pedro Atzumba y que radica en la ciudad de Ajalpan, dijo a Intolerancia Diario que este oficio ha venido de generación en generación, ya que sus abuelos le contaban que sus antepasados se dedicaron a este arte popular desde antes de la Revolución mexicana, y que con el paso de los años los hijos han aprendido a tejer; sin embargo, se dedican a comercializar otros tipo de productos, “porque del tejido no se puede sacar gasto diario”.

“Este oficio y la siembra son las únicas fuentes de empleo que tenemos, yo aprendí de mis padres desde que tenía seis años. Es lamentable que la gente no valore estas artesanías que han pasado a formar parte de nuestras tradiciones y la forma como nos ganamos la vida.

”La gente las contempla, las admira pero no las compra, o las quiere a un precio muy bajo. Tan sólo en una semana llegamos a sacar de 100 hasta 150 pesos, y las personas que compran a un precio razonable son los intermediarios en las zonas turísticas, quienes por colocarle algún elemento moderno al sombrero los revenden, elevando el costo al público hasta cinco veces más”, expuso la artesana.

“Ni pa’l kilo de tortillas”

Al día llegan a tejer hasta tres sombreros, cuyo costo unitario oscila entre 7 y 9 pesos, que es cuando son “bien pagados’ y no les alcanza ni para un kilo de tortillas. Aquellos productores que no cuentan con siembra de palma deben comprar el bulto hasta en 300 pesos, cantidad que les sirve para tejer 15 sombreros.

Por otro lado, pese a que los artesanos reconocen que los intermediarios son “un mal necesario” para este negocio, deben vender sus artículos hasta en 12 pesos la pieza para contar con un ingreso económico que permita llevar el alimento a sus casas.

Como ejemplo, basta mencionar que los compradores que vienen de otros municipios y pagan los sombreros de palma de 9 a 12 pesos como máximo, éstos se van a estados de gran afluencia turística como Chiapas, Veracruz, Tabaco, por mencionar algunos donde los comercializan hasta en 60 pesos la pieza.

Algo similar sucede con anterioridad a las fechas del festejo guadalupano, donde habitantes de Zinacatepec, San Gabriel Chilac, Altepexi y algunos otros municipios compran estas artesanías en San Pedro Atzumba y venden los sombreros —desde tres semanas antes o el mismo 12 de diciembre— con una estampa de la Virgen Morena de 40 a 60 pesos.

Estela Mendoza Orea, artesana de San Pedro Atzumba, indicó: “en nuestra comunidad existimos familias que por generaciones se han dedicado a la elaboración de sombreros, tenaces y petates de palma; también reconocemos que nuestros conciudadanos no les dan el valor a estas piezas, mejor los extranjeros les dan el valor que se merecen. Nosotros nunca le hemos incrementado el costo por el tiempo que invertimos en tejer, tan sólo se cobra la palma y a veces ni eso”.

Agregó que la estrategia que emplean para vender sus productos hechos a base de palma es acudir a mercados como en Tepeaca y Acatzingo, donde obtienen hasta 16 pesos por cada sombrero y los días sábados acuden al mercado La Purísima de Tehuacán, donde la gente llega a pagar 2 o 4 veces más por la pieza.

La apatía del comprador

Los artesanos consideran que los eventos que realiza los gobiernos municipales en la región para exhibir y ofertar sus productos en carpas o stands no tienen el resultado que esperan —aunque agradecen las buenas intenciones—, ya que la gente sólo se acerca pero no compra nada.

“En la semana que estuvimos en el complejo cultural El Carmen, en la ciudad de Tehuacán, días antes de las fiestas patrias sólo logramos vender un sombrero en 25 pesos, toda la gente se acerca y dice ‘qué bonito está’ pero no compran, la gente de la ciudad menos y no sé por qué se les hace muy caro.”

Estela precisó que al costo de las artesanías se suma el gasto de transporte, la comida y la cuota por ocupar un espacio al interior de la feria o carpa, y aunque han modernizado algunos de sus artículos “ni así le interesa a la gente”.

Elaboración y variedad

De acuerdo con Ofelia Pérez Sandoval, el proceso de elaboración consiste en cortar la palma y luego se pone a secar en la sombra; posteriormente se mete a un horno, donde se evapora azufre para que la palma cambie a color blanco. Dijo que durante todo el año tejen, aunque la temporada idónea es en época de lluvia por que la palma se ablanda y no se rompe.

Entre los productos que las “manos mágicas” elaboran son: sombreros para mujeres, hombres y niños de distintos modelos, tenatitos, servilleteros, tortilleros, portalápices, tapetes, aventadores, petates bolsas y monederos de todos los tamaños y colores, aunque estos últimos se elaboran con palma y rafia.

En ocasiones también llegan a elaborar figurillas pequeñas en forma de grillos, lagartijas, tortugas o ranas, además de collares para los cuales tejen esferas o figuras en forma de estrellas.

“Los tipos de tejido son la canica, peineta, picuica, metras, espiguías, entre muchos otros; algunos de estos productos son personalizados y se tejen con algún nombre o frase en especial, las letras son las más difíciles de tejer, pero aún así el precio no sube mucho”, comentó.

Por último, las voces de todos los artesanos de ambas regiones coinciden en señalar que pese a que este oficio ancestral está en vías de su extinción, ellos seguirán inculcando a sus hijos la forma de ganarse la vida a través de la destreza de sus manos y creatividad. Asimismo, invitan a todas las personas a que cuando admiren un sombrero hecho de palma, lo compren y que recuerden que detrás de cada pieza existe una familia que de manera honrada trabaja para llevar un sustento a sus casas.