El pasado sábado en punto de las 18:00 horas inició el concierto de la Orquesta Sinfónica del estado teniendo como marco el majestuoso templo y exconvento de Santo Domingo de Guzmán. Dos horas antes, los izucarenses comenzaron a llegar en busca de un buen lugar para presenciar el inédito espectáculo que se presentó en uno de los municipios más importantes de la Mixteca poblana.
El presidente municipal Carlos Gordillo Ramírez llegó temprano para supervisar que todo se encontrara listo para la presentación de la orquesta compuesta por más de 80 músicos, quienes en Matamoros estrenaban la gira de exconventos por el interior del estado. Se aproximaba la hora en que principiaría el recital musical y cientos de matamorenses ocupaban la mayoría de las bancas del templo de Santo Domingo. Se presagiaba un lleno, lo que confirmaría el buen gusto de la población por la música, género artístico que —como lo dijo el presbítero canónigo de San Domingo, Jesús María Félix López González—, “es un género fundamental dentro de la cultura y las artes, y que además contiene la herencia y esencia de nuestros antepasados”.
Las altas temperaturas y la ausencia de lluvia que se han presentado durante los últimos días en el municipio, considerado como “La Puerta de la Mixteca”, no fue motivo para que la gente se impacientara, lo único que les interesaba era tener un buen lugar y visibilidad para apreciar mejor la gala musical. Fueron diversos números musicales que deleitaron a las más de mil 500 personas que acudieron a Santo
Domingo: Los Toreadores de Carmen, de Georges Bizet; Obertura Mañana, Tarde y Noche en Viena, de Franz von Suppé; Polka Pizzicato, de Johan Strauss; Obertura Poeta y Campesino, de Franz von Suppé; Farandole de la Arlesiana, de Georges Bizet y Polka Trish-Trash, de Johan Strauss.
Los matamorenses aplaudieron cada una de las piezas, y llegaron a éxtasis musical cuando cerraron el recital con El Huapango de José Pablo Moncayo, también conocido como Son Huasteco, que es interpretado en Veracruz, San Luis Potosí, Hidalgo, Tamaulipas y Puebla.
Fue entonces cuando Alfredo Ibarra, director de la Orquesta Sinfónica del Estado agradeció una vez más todos los aplausos y se despidió de un público, quien con un grito uniforme entonaban el ya tradicional “¡otra!, ¡otra!, ¡otra!”, situación que provocó que regresara y tocara “la última”.