La iglesia de Santo Domingo de Guzmán, catalogada como una joya arquitectónica del siglo XVI, se prepara para dar inicio a los festejos del santo patrón de los 14 barrios que existen en esta ciudad de Izúcar de Matamoros.

Ante este acontecimiento que se llevará a cabo del 1 al 14 de agosto, el cronista de la ciudad de Izúcar de Matamoros y miembro de la Crónica del Estado de Puebla, Alfonso Gil Campos, nos relata en entrevista la historia de este santo que llegó a Izúcar para quedarse y ser adorado por los naturales de la región; además, cita algunos pasajes históricos del exconvento que perteneció a los dominicos.

“Nos hallamos ante un hombre gigante. De él se han dicho elogios bien merecidos. He aquí algunos: apóstol de Francia, Gloria de España, protector de Italia, monje y caballero del espíritu, alma de silencio y lengua de verdad, cenobita y trovador del evangelio, ilustre fundador de la Orden de Predicadores, precursor del santo rosario…

”Dante, en La Divina Comedia, le llama ‘Esplendor de luz querúbica’; y la liturgia: ‘Como la estrella de la mañana, como la luna llena en el este, como el sol refulgente, así brillas tú en la Iglesia de Dios.

”De la ilustre familia de los Guzmán, nació en Caleruega (Burgos), España, en 1170. Sus padres: Félix de Guzmán y, su madre, la beata Juana de Aza. De esta gran mujer recibió Domingo su primera educación. Cuando sólo contaba con seis años, fue entregado a un tío suyo, Arcipreste, para que le educara en las ciencias. A los 14 años fue enviado al Estudio General de Palencia, que era el más famoso de España, para que se formara en todo el saber de aquel tiempo, que abarcaba las ciencias humanas y la misma teología.

”Mientras Domingo estudia con toda su alma y se engolfa en la Sagrada Escritura, algo viene a distraerle un poco de su completa dedicación: sobrevino aquellos días un hambre desgarradora en la ciudad de Palencia. Domingo entregó poco a poco cuanto tenía para paliar un poco tanta necesidad.

”Llegó un día que sólo le quedaban sus libros. Pero, si los vendía o entregaba a cambio de algo para sus pobres, ¿en qué podrá estudiar? Por otra parte, los tiene llenos de notas que ha ido pacientemente día a día escribiendo; y reflexiona: ‘Pero, ¿cómo podré yo seguir estudiando en pieles muertas (pergaminos), cuando hermanos míos en carne viva se mueren de hambre?’ Este era Domingo: hombre que por caridad se olvida de sí mismo y sólo piensa en el bien de sus hermanos.”

Una vida en entrega a los más necesitados

“Jesús iba moldeando su alma. La caridad iba ensanchando su gran corazón. Una cosa había hecho hasta ahora: dar limosna. Pero lo que ahora le pedía el Maestro era que se diera a sí mismo. Seguirle a Él. El momento lo encontró cuando una mujer llega a su habitación y le dice: ‘Mi hermano ha caído prisionero de los moros…’ Y, ni corto ni perezoso, porque ya no le queda nada por dar, se entrega él mismo como esclavo. 

”Todos hablan de Domingo. Llega a los oídos del obispo de Osma, don Martín Bazán, y le manda llamar para que acepte ser canónigo de la catedral. Tenía 24 años. Aceptó la canonjía siempre pensando en poder hacer algo de bien a aquellos canónigos. 

”Pronto fue un modelo para todos. Era el más puntual al rezo del Oficio Divino. El más pobre. El más caritativo.

”Llega a los oídos de Domingo el rumor de los destrozos que hacen los herejes en Francia y quiere atajar tanto mal. Para ello va allá y predica con fuego la verdadera fe de Jesucristo. Para que lo que va haciendo tenga continuidad, quiere formar con los compañeros que le siguen una Orden que se dedique a predicar la Palabra de Dios. Así nace la ínclita Orden de Predicadores o Dominicos. Poco después surgirá también la rama femenina.

”Recorrió gran parte de Europa predicando la Palabra de Dios y tratando de alejar a los hombres del pecado. A él se atribuye también el origen del santo rosario que, ‘como compendio del Evangelio’ y ‘devoción de las almas sencillas y contemplativas’, tanto bien ha hecho y hace a quienes lo rezan con devoción. Le unía una gran amistad con san Francisco de Asís. Ya en vida, gozó de gran fama de santidad no sólo por los muchos milagros que el Señor obró por su medio, sino por la vida tan santa que llevaba y comunicaba a los demás. 

”Con su orden claramente estructurada y más de 60 comunidades en funcionamiento, agotado físicamente, fallece el 6 de agosto de 1221 tras una breve enfermedad, a los 51 años de edad, en el convento de Bolonia, donde sus restos permanecen sepultados. En 1234 el papa Gregorio IX lo canonizó”, finalizó el cronista.