La orden salió de Casa Puebla la noche del 9 de julio de 2014: “Rociar” a Chalchihuapan, en una apuesta del todo por el todo con el argumento de rescatar a policías estatales retenidos.

La orden fue consensuada en una reunión del gobernador Rafael Moreno Valle con líderes de todos los partidos políticos y distintas personalidades para justificar la acción.

De este modo se irrumpiría por la fuerza a disparos o como se dice en el argot policíaco “rociar” a quien se opusiera, tuviera el costo que tuviera.

Pero en esos precisos momentos —sin saber la orden en su contra—, los habitantes de varios pueblos circunvecinos congregados en la junta auxiliar de Santa Clara Ocoyucan empezaron a retirarse.

De este modo, a unos minutos de “rociar Chalchihuapan” se echó para atrás la orden, al quedarse sin justificante.

Aquel día, manifestantes de Chalchihuapan tomaron la autopista Puebla- Atlixco en protesta por haberles retirado la facultad a las juntas auxiliares la administración del Registro Civil.

Pero esta protesta marcó al gobierno morenovallista, luego de que se montó un violento operativo para retirarlos, el que dejó como saldo decenas de personas lesionadas, entre policías estatales y pobladores.

Entre los lesionados se encontró José Luis Tlehuatle Tamayo, niño de 13 años de edad, quien diez días después fallecería por el golpe que recibió en la cabeza de un proyectil lanzado por las autoridades.

Luego del enfrentamiento registrado a las dos de la tarde, dos policías fueron retenidos como rehenes por los habitantes en la población, mientras que se conformaban contingentes atrás de las barricadas.

Finalmente, más de 12 horas después, en la madrugada fueron liberados los uniformados y entregados a sus compañeros,

La situación derivo en una investigación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) la que finalmente giró una recomendación por la violación grave de las garantías individuales, hasta la fecha sin cumplirse oficialmente.
 
Entre la lucha y barricadas

En entrevista para Intolerancia Diario, la diputada federal, Roxana Luna Porquillo, recordó las tensas horas que se vivieron, tanto en Chalchihuapan, como en la residencia oficial del gobierno estatal.

La legisladora, desde entonces, se convirtió en una de las mayores detractoras del gobierno morenovallista, por lo que ha sufrido intensa presión, acoso y hasta espionaje.

—¿Cómo fue para ti el 9 de julio, cómo te enteras, que pasó?

—Venia de la ciudad de México, empecé a recibir llamadas de gente de la comunidad, que había existido un enfrentamiento muy fuerte en Chalchihuapan.

Señaló que en ese momento entabló comunicación con el presidente auxiliar, Javier Montes Bautista, quien estaba renuente a que fuera para resolver.

“Eran las siete de la noche y me sentía con la responsabilidad de ir a Chalchihuapan. Cuando llegué ya estaban las barricadas”.

Indicó que lo primero que hizo fue dirigirse al privado del presidente auxiliar Javier Montes Bautista, quien estaba acompañado por distintos ediles de juntas auxiliares de la región.

“La gente estaba muy acelerada, había muchos jóvenes preparados para lo que iba a suceder más tarde por si querían entrar en la noche”, dijo.

Informó a los ediles que había tratado entablar una negociación con la Secretaría General de Gobierno sin lograrlo; además, ya se estaba montando un operativo.

“La reacción inmediata de Javier era que no me metiera, que sabían cómo resolverlo, pero le dije que en la guerra también replegarse es bueno y no había condiciones de enfrentamiento y que si había gente retenida había que liberarlos”.

—¿Estaban dispuestos a todo?

—A todo

“Lo empecé a cabildear con los presidentes, estaba el de Chipilo, el único que tenía interlocución con el gobierno del estado y le pedí que les dijera que nos dieran una hora.

”Se veía que cada vez llegaban más camionetas para entrar y ellos habían determinado que deberían de congregarse todos los pueblos circunvecinos.

”Salí a la plaza (con más de mil personas), ya habían tocado las campanas, le dije al pueblo que no había condiciones, que no se debería de enfrentar a la policía. Hubo gente que me dijo que me había vendido, había jóvenes que decían hay que matarla porque ya se vendió.

”Fue de las pocas veces que he sentido miedo, la familia de Elia (Tamayo, mamá del niño herido) me decía que porqué la decisión con los lesionados en el hospital, pero pedí prudencia y les pedí una hora”.

Entonces, señaló que Javier Montes pidió a la gente tiempo para valorar la situación y entregar a los policías quienes recibían atención médica.

Señaló que a las 8 de la noche pidieron a los presidentes que fueran retirando a su gente, aunque los pobladores de Chalchihuapan les pedían que no se fueran, que no los dejaran.

“Había gente que estaba dispuesta a enfrentarse con todo (…) a las 3 de la mañana salí para decir a la policía que podían ingresar por los policías.

”Fue una etapa muy difícil, de decisiones importantes, y fue lo mejor, no habría que enfrentar a la gente”.

Masacre en puerta

“Ahora que tuve oportunidad de platicar con panistas y gente del PRD, me dicen que ese día el gobernador (Rafael Moreno Valle) mandó a traer a todos para legitimar que había que entrar con los policías y que iban a entrar con todo y por la fuerza.

”Sabían que estaba adentro y este hecho de haber entrado pudo destensar las cosas; sin embargo, la decisión de entrar a ‘rociar’, a Chalchihuapan fue una decisión legitimada por los partidos políticos.

”Me lo han contado los líderes de partidos políticos, algunos diputados, porque la decisión estaba tomada, nadie podía hacerle eso al gobernador, nadie podía haber generado esa situación de inestabilidad, nadie podía tomarle una autopista.

”Pero bueno, afortunadamente no sucedió, fue fundamental la resistencia, organización y solidaridad del pueblo para poder sacar adelante esto a la luz pública”.

—¿Por qué dieron marcha atrás a esa decisión?

—El que pidiéramos tiempo y empezaran a ver que la gente se estaba retirando. Eso calmo la situación, pero la decisión estaba tomada y ellos también estaban reunidos.