Elia Tamayo Montes, a un año de la muerte de su hijo, sigue clamando por justicia en medio de lágrimas y desesperación.
En entrevista al término de eventos conmemorativos por el primer aniversario de la muerte de su hijo José Luis Alberto Tlehuatle Tamayo, señaló que este año ha sido muy difícil para ella.
Y es que ahora, sin poder contener el llanto, dice que tiene que trabajar el doble, para sacar adelante a sus hijas y luchar para que la muerte de su hijo tenga justicia.
—¿Cómo vio al pueblo, que la apoyó?
—Ojalá y eso esperemos, que estemos unidos siempre para encontrar la justicia que yo busco, para que esto no vuelva a ocurrir.
“Es un dolor tan grande, que he dicho que no vuelva a ocurrir, ni con un niño o una niña más, ya basta de muerte”.
—¿A un año como siente la justicia, va lenta, qué pasa?
—Tan lento que cuando le digo a ellos (autoridades de Puebla), lo pueden hacer, lo que pasa es que no quieren, es eso, pero de que lo pueden hacer, lo pueden hacer.
“No sé, le digo, se sienten tan grandes (las autoridades) y a nosotros han querido siempre pisotearnos, se burlan de nosotros, pero todos valemos lo mismo, el mismo respeto.
—¿Algún llamado a la autoridad?
—Que por favor, volteé a vernos y que ya no más atropello con los pueblos y ciudadanos. Ya un año ha pasado y aquí seguimos igual, olvidados.
—¿Todavía cree que haya justicia?
—Yo como le digo, siempre está primero el que está en el cielo, la justicia divina siempre es lo primero.
“Siempre he dicho que salgo, pongo mi fe, esperanza, pongo mi vida en el Señor y Él hará su justicia divina, porque nadie hay más que Él”.
—¿Cómo cambió su vida, qué hacía antes, qué hacía ahora?
—Ahora es más duro mi trabajo, pero aquí estoy, le digo, con fuerza para seguir luchando y que ya no vuelva a ocurrir.
—¿Usted sigue trabajando como antes?
—Así es, como le digo es más duro mi trabajo, pero aquí estoy de pie.
—¿Cansada?
—Todo lo que era un dolor, se volvió un una fuerza que tengo que seguir luchando para que ya no vuelva a ocurrir.

 

La conmemoración

Este domingo 19 de julio se cumplió el primer aniversario de la muerte del niño José Luis Alberto Tlehuatle Tamayo, víctima de un proyectil lanzado por elementos de la Policía Estatal.
El pequeño de 13 años de edad, murió después de un enfrentamiento entre uniformados y manifestantes de Chalchihuapan, donde salió lesionado de la cabeza.
José Luis, desde hace un año se ha convertido en el estandarte contra la represión del gobierno de Puebla, a quien se le ha catalogado inclusive como un “niño héroe”.
El cruento enfrentamiento dejó como saldo decenas de lesionados entre policías y manifestantes, entre ellos el niño José Luis Tlehuatle Tamayo, quien falleció diez días después el 19 de julio de 2014.

 
El trágico recuerdo

Del trágico enfrentamiento queda como recuerdo la tumba del niño de 13 años de edad, donde dos cruces blancas con letras doradas explican o justifican muy a su modo la pérdida.
“Faltaba un ángel y volaste al cielo. Un angelito se fue de mi lado, para estar contigo señor. Descanse en paz en la nueva vida”, se lee entre la montonera de tierra repleta de flores recién colocadas.


El mero mero

Al pequeño de 13 años de edad, sus compañeros de la escuela secundaria Ricardo Flores Magón, lo tenían considerado como “el mero- mero” en las calificaciones. Simplemente era el aplicado del salón.
Para su entierro, sus amigos se organizaron solos, sin que nadie se los pidiera o los coordinara, ni siquiera con maestros de por medio, todos juntos llegaron con su uniforme de escuela para darle el último adiós, como ellos lo saben hacer, con los toques de su banda de guerra.
Unos de sus compañeros platicaron a Intolerancia Diario que José Luis era muy querido en la escuela, por lo mismo nunca dudaron en despedirlo con redobles de tambor.
Señalaron que su compañero tenia de promedio 9.5 de calificación, por lo que era admirado.
Esta admiración no solo era producto de su dedicación al estudio, sino de que además su tiempo libre lo invertía trabajando en el campo como jornalero ayudando a su madre Elia Tamayo.
Por este trabajo de cosecha o siembre no ganaba un solo peso, simplemente ayudaba a su progenitora para que acabara más rápido.
Justamente, el 9 de julio fatídico, ya había salido de la escuela, contaron los niños sin dejar de mirarse unos, como buscando la aprobación de contar algunos detalles al extraño.
Así fue como recordaron que se dirigía aquel día junto con su madre al campo a trabajar, como lo hacía todos los días de cosecha de maíz y como lo había hecho en las últimas semanas.
Por eso, dijeron, no portaba su uniforme, porque ya había ido a su casa a ponerse la ropa para trabajo, pero desafortunadamente se topó con la manifestación que a la postre le cortaría su vida.
En esta protesta  donde exigían el regreso del Registro Civil a la comunidad, había muchos conocidos, entre vecinos, amigos y compañeros. Nunca pensó que acabara en una batalla campal contra los policías.
Ahora, sus amigos dicen que van a extrañar al amigo José Luis, al asegurar que lo respetaban tanto que no tenía apodos, contrario a lo que algunos medios de comunicación señalaron, simplemente era José Luis.