La Diócesis de Tehuacán fijó su postura sobre el linchamiento encuestadores, Rey David Copado Molina y José Abraham Copado Molina, en el municipio de Ajalpan, a quienes una turba de pobladores los acusó de “secuestradores” sin prueba alguna, que ha provocado indignación a nivel mundial.
El líder de la grey católica en Ajalpan pidió que haya paz e hizo un llamado al perdón y a la justicia restaurativa entre los pobladores de ese municipio.
En una carta, reconoce que hay agresores y agraviados pero la carta omite nombrar a las víctimas del linchamiento, omite nombrar el municipio de Ajalpan, omite nombrar los hechos violentos, omite designar el asesinato de los encuestadores, evita condenar la violencia tumultuaria de un grupo de pobladores a partir de un rumor, evita referirse a la ausencia del cumplimiento de las leyes por parte de los mismos pobladores y se limita a pedirle a los habitantes una reflexión que los conduzca al perdón.
El documento pastoral, en un inusitado giro teológico, compara el origen de la violencia y del perdón en la misma raíz, en la irracionalidad.
De acuerdo a los reportes periodísticos sobre el linchamiento en Ajalpan se destaca que los pobladores fueron convocados por dos vías: mensajes de celular y las campanas de una de las iglesias del poblado.
Rodrigo Aguilar Martínez, obispo de la Diócesis de Tehuacán, a través de una carta pastoral, llamó al perdón y a la justicia.
El religioso se enteró por las redes sociales del asesinato de los encuestadores de la empresa Marketing Research and Services de la ciudad de México, Rey David Copado Molina y José Abraham Copado Molina, en el municipio de Ajalpan por una turba de habitantes de ese municipio. En un mensaje pastoral, el obispo de la diócesis ha llamado a los habitantes de Ajalpan a un proceso de reconciliación entre “agresores y agraviados”.
En su misiva, el obispo dice no “conocer muchos detalles” y señala que la “comunidad cristiana” está afectada por “este hecho”.
Para el pastor religioso tanto la violencia como el perdón son una forma de “locura” pero el proceso para llegar al perdón es lento, delicado y exigente.
La misiva del obispo de la diócesis se difundió por la cuenta de Facebook de la Diócesis de Tehuacán:
“Me he enterado por las redes sociales del hecho lamentable y trágico del linchamiento en Ajalpan, Puebla.
”Desgraciadamente ha habido otros hechos semejantes en lugares diferentes.
”Hay agresores y agraviados. Hay agresores responsables en diverso grado. No alcanzo a conocer muchos detalles. Los hechos pueden tener pocos o muchos antecedentes previos. De alguna manera toda la sociedad, especialmente la comunidad cristiana, está afectada por este hecho. No podemos quedar insensibles y ajenos. Somos corresponsables especialmente de lo que pueda suceder en el futuro inmediato”.
Pero la misiva evita condenar la violencia suscitada en el municipio de Ajalpan y llama a “recapacitar”. Otro rasgo notorio del documento pastoral es que elude nombrar los hechos de violencia, como el asesinato tumultuario de dos encuestadores y la posterior quema de sus cuerpos en la plaza central de dicha población.
En su carta, el obispo señala: “Llamo a todos a recapacitar en el hecho y cómo nos involucre. Hay que buscar la verdad y la justicia, pero con rostro y corazón humano en el que Dios tenga su morada”.
Aunque en su carta el líder religioso compara la violencia con el perdón, como surgidos de una locura más allá de la razón, colocándolos prácticamente en un mismo nivel:
“Llamo a todos a perdonar y pedir perdón. No es algo fácil, hay que hacer violencia interior. Pero llamo a pasar de la locura de la violencia a la locura del perdón, repito: solicitarlo y concederlo. Me explico: es locura porque va más allá de la razón el dejar desatar la violencia y también el llegar a perdonar a pesar de todo. Quien no está sanado en su corazón, se debilita para ayudar a otros”.
En su carta, el obispo convoca al perdón y enlista una serie de acciones profundas para pedir perdón:
“La guerra inicia en el corazón humano. Ahí debe nacer la decisión de construir la paz profunda. Importante asumir esto: puedo —quiero-elijo—me decido a perdonar / a pedir perdón.
”El proceso para llegar a la paz es lento, delicado y exigente, pero muy fructuoso. Requiere lo siguiente: honrar profundamente y acoger el dolor de las personas que han sido víctimas; reconocer con honestidad y cabalmente la participación agresiva; construir y reconstruir la verdad; promover la justicia restaurativa; hacer reparación del daño; llegar a la suficiente garantía de no repetir la ofensa; vivir el proceso del perdón solicitado y concedido; experimentar el gozo de la reconciliación, que da la paz profunda”.
La misiva del líder religioso pide que el agredido y el agresor se conviertan en constructores de paz. Pero la carta del obispo omite enunciar que los agresores fueron asesinados:
“¿Hasta cuántas veces tengo que perdonar?” Simón Pedro le preguntó a Cristo Jesús, quien respondió: “hasta setenta veces siete”, o sea siempre. Esta apertura de Jesús no debilita los frutos del perdón, no aleja de/sino que acerca a la garantía de no repetición de la ofensa. En otras palabras, con este proceso el mismo agredido y también el agresor pueden llegar a convertirse en constructores de paz”.
El líder religioso se dirige a los pobladores de Ajalpan, en un lenguaje esquivo y muy racional, a pesar de que el mismo prelado reconoce líneas atrás en su documento, la capacidad irracional del ser humano para generar la violencia:
“Que en este mundo de odio y destrucción, usted y yo podamos ser constructores de paz. Con nuestras actitudes nos sumemos a muchos otros que buscan vivir y convivir de esta manera”.
El apunte
En una misiva, el obispo Rodrigo Aguilar Martínez evita condenar la violencia suscitada en el municipio de Ajalpan y llama a “recapacitar”. Otro rasgo notorio del documento pastoral es que elude nombrar los hechos de violencia, como el asesinato tumultuario de dos encuestadores y la posterior quema de sus cuerpos en la plaza central de dicha población