Las encuestas pueden informar o distorsionar la realidad, dependiendo de cómo se utilicen. Así lo afirmó la gestora pública y ex Secretaria de Igualdad Sustantiva del estado de Puebla, Melva Navarro, durante una entrevista para el noticiario estelar Informe 96 de Cadena IN, donde abordó los retos del periodismo basado en encuestas y su uso político.

Navarro subrayó que la validez de una encuesta depende de la forma en que se traduzcan sus datos. “La encuesta misma puede tener un grado de precisión al momento de interpretar los datos. Sin embargo, editorializar los resultados puede generar precisión o puede generar caos”, explicó.

La experta también alertó sobre la creciente manipulación de resultados, ya sea publicando únicamente los datos convenientes o ajustando las bases de datos para resaltar ciertos segmentos.

“Puedes tergiversar los datos publicando solo lo que te conviene. Incluso trabajando la base de datos para resaltar segmentos específicos”, dijo.

De forma crítica, Navarro señaló que existe “mucha charlatanería en el gremio” de encuestadores, refiriéndose a la proliferación de empresas que venden resultados sin rigor metodológico.

“Si uno pone en Google 'encuesta Puebla', nos saldrán ofertas de personas que se quieren dedicar a esto. Hay mucha charlatanería en el gremio”, sentenció.

Respecto a las comparaciones entre entidades federativas, explicó que se requieren instrumentos rigurosos con preguntas comunes a nivel nacional y otras adaptadas por región.

“En Nuevo León el peso de la población indígena es marginal, pero en el sur podemos darle mayor relevancia”, ejemplificó. No obstante, advirtió que este nivel de profundidad demanda recursos importantes: “¿Realmente se gastó lo necesario para darle seriedad, o son instrumentos para cobrar más que para investigar?”, cuestionó.

Finalmente, Navarro expuso el llamado “efecto bandwagon”, un fenómeno en el que las personas tienden a respaldar a la opción que perciben como ganadora. “Es como en el fútbol, cuando apoyas al equipo que va ganando”, dijo.

Y concluyó que este comportamiento refuerza el uso propagandístico de las encuestas: “Tiene lógica que se quiera pagar por un resultado, no por una investigación”.