El nuevo cuerpo celeste tiene cerca de tres veces y media la masa de la Tierra y se encuentra en la franja de habitabilidad de su estrella, es decir, ni demasiado cerca ni demasiado lejos para permitir la existencia de agua líquida en su superficie. Su tamaño indica también que la atmósfera que lo rodea podría contener oxígeno y nitrógeno en lugar del hidrógeno y el helio que suele abundar en las atmósferas de los planetas gigantes.
El planeta presenta otras ventajas. Puesto que su órbita es casi perfectamente circular y estable, es previsible que el clima también lo sea. Además, el sistema planetario del que forma parte es mil millones de años más antiguo que la Tierra, lo que significa que ha tenido tiempo más que suficiente para que la vida se haya desarrollado. A esto se añade que su estrella es más madura que nuestro Sol y, por lo tanto, menos propensa a desarrollar ciclos de actividad violenta que desestabilicen el planeta.