El mes de julio dice adiós con un regalo de lujo: la primera Luna azul desde el 31 de agosto de 2012 y la última que podremos contemplar hasta el 31 de enero 2018. Es decir, si la contaminación lumínica nos lo permite, podremos ver la segunda luna llena en un mismo mes (la anterior tuvo lugar el pasado 2 de julio).
El origen de este fenómeno consiste en las diferencias entre nuestro calendario y el lunar, mientras que nuestros meses pueden tener una duración de entre 28 y 31 días dependiendo del mes y el año. Mientras que, en el caso de los meses lunares, el ciclo es siempre de 29,5 días aproximadamente. Por lo que no es extraño que, cada cierto tiempo, coincidan dos lunas llenas dentro del mismo mes.
La “Luna azul” no lo es tanto. Según la web especializada, theweathernetwork.com, es muy raro que veamos a nuestro satélite con una leve coloración azul. Sólo cuando se encuentre con una fuerte concentración de partículas volcánicas, provenientes de fenómenos como las erupciones o de humo (incendios forestales de gran envergadura, por ejemplo) adoptará este coloración.
Precisamente las cenizas dispersan la luz roja, pero dejan pasar las de otros colores debido a sus diferentes longitudes de onda. De ahí, que si la luna atraviesa las nubes de ceniza pueda adoptar esta coloración. Un ejemplo de esto, la tendríamos en la erupción del volcán Krakatoa en Indonesia, allá por el año 1883. En aquel momento la nueve de humo y cenizas alcanzó una gran altura.