Desde luego que la educación y la creación de empleos son herramientas indispensables para terminar con el crimen organizado, pero es obvio que no es posible alcanzar ninguno de estos objetivos si no hay seguridad.

¿Quién va a abrir un negocio para que lo asalten o que lo obliguen a pagar sobornos? ¿Quién va a salir de compras o al teatro o a cualquier otra diversión si lo van a balacear o a asaltar? ¿Quién va a poner una industria si lo plagian o roban sus transportes de carga o asaltan a sus empleados en las puertas del negocio? ¿Cómo van a educar a los chamacos si las escuelas están en manos de sindicatos corruptos y haraganes? ¿Cómo vamos a lograr una generación de jóvenes sanos y productivos si la drogadicción ha hecho presa de ellos? ¿Cómo van a querer seguir en las escuelas si los amenazan y los asaltan sin piedad a la salida? ¿Cómo vamos a alcanzar un repunte económico si mantenemos una justicia y a una policía corrupta alentada por los políticos y sus partidos? No, no se pude lograr nada si antes no terminamos con la inseguridad.

Desde luego que podemos y debemos perfeccionar las acciones contra el crimen organizado, y esa debería ser la labor de nuestros diputados y senadores que tan probos e inteligentemente están en contra de lo hecho hasta ahora. El problema es que olvidan que nuestro Ejército no está armado con personal recibido en Harvard, ni tampoco tiene diplomados en Ciencias. Las tropas están compuestas por hombres y mujeres que con trabajos terminaron la primaria y que, al igual que 70 por ciento de los mexicas, provienen de familias disfuncionales, lo que acarrea una serie de problemas psicológicos marca diablo. Y si nuestro Ejército está dañado, nuestra Policía está peor, pues tiene las mismas pero está mucho mas corrompida por los gobiernos y la delincuencia, por los jueces y la ciudadanía… Lo que debemos comprender es que una acción (la educación) no anula a la otra (la lucha contra el crimen); al contrario, se complementan.