En mi regreso a Madrid me enfrento a una ciudad que parece haber cambiado de forma radical.
Aterrizo en domingo. Domingo de elecciones, en donde unas siglas hasta hace una semana desconocidas hoy eclipsan a los dos principales partidos políticos.
El 15-M se convirtió en el movimiento civil más importante de las últimas décadas.
Aunque lo prometí en casa, no acercarme a la Plaza del Sol, mi inquietud de periodista me impidió cumplir con mi palabra, hoy escribo el primer fragmento de esta columna desde un modesto café a unos metros del lugar donde nació esta revuelta antipartidista.
Para entender las causas del 15-M es necesario lanzar El País y El Mundo al cesto de la basura y lanzarse a la entrevista callejera para conocer el sentir de estos rebeldes hispanos.
Y es que pese a la apertura periodística de los dos diarios más importantes de España, les resulta imposible sustraerse a sus respectivas ideologías políticas y ligas partidistas.
De ahí que las únicas explicaciones valederas sean las de quienes abarrotaron durante este fin de semana la plaza pública más importante de Madrid.
De todas las explicaciones que escuché, esta frase lo resume todo: “Ni el PSOE ni el PP; los dos son una mierda”.
Ante esta elocuente expresión podemos resumir que se trata de una manifestación más que apartidista, antipartidista.
Están hartos, cansados, fastidiados, hasta la madre de los partidos y lo que representan.
Al ver a toda esa masa hastiada de atropellos, me pregunto ¿cuál es la maldita diferencia con lo que vivimos en México?
Una sola. Que mientras nosotros dependemos de un agente manipulador, ellos lo pueden manifestar con la simple convocatoria de una red social.
Por lo demás, la misma mierda.

¿Y en lo taurino?
En este 2011, la llamada “Catedral del toreo” parece no ser la misma.
La Monumental de Madrid nada tiene que ver con la inaccesible plaza de los años 90, en donde un solo tendido, el siete, hacía temblar a matadores, ganaderos y empresarios.
Digamos que —guardadas las distancias— esta plaza se mexicanizó.
Me explico. Hoy Las Ventas ha dejado de ser una plaza imposible y ahora es una plaza exigente, aunque predispuesta a ceder la llave de su puerta grande a muchos más toreros que antaño.
A la mitad del serial se han cortado diez orejas, cuando en otras épocas se cortaba un par de apéndices en toda la feria.
Y lo más grave es que la presencia del toro ha sido cuestionada de manera severa por la prensa especializada, al igual que la afición conocedora.
Para bien o para mal, Las Ventas de hoy nada tiene que ver con el coso de otras temporadas.
Si me preguntan, les contestaría con uno de nuestros ilustrativos refranes: “ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”.

Los mexicanos levantan la mano
El domingo por la tarde Ignacio Garibay demostró que se puede pisar Madrid con el decoro de los toreros aztecas de otros tiempos, sin la necesidad de cortar las orejas.
Una dolorosa cornada no impidió que el torero nacional saliera de Las Ventas con la cara en alto.
Pero quien de verdad armó la escandalera fue Sergio Flores, un novillero tlaxcalteca que demostró que está hecho paras grandes cosas.
Ayer, Sergio —“El Jorongo”, como en México lo conocemos— nos enseñó que está llamado a ser una figura del toreo.
Apréndanse este nombre: Sergio Flores es el torero que México espera.
Y si no, ¡al tiempo!