Cuántas veces escuchamos que lo peor que le pudo pasar a este país eran las prácticas deleznables que los tricolores usaban para imponerse con miras a no soltar el poder.
Cuántas ocasiones oímos la queja —casi plañidera— de los panistas ortodoxos que juraban que su partido era una delegación celestial a donde la imposición y el dedazo jamás habían tenido entrada.
Cuántos momento históricos vimos plasmados en diferentes medios de comunicación, donde la derecha recalcitrante panista urgía a dejar atrás las prácticas decimonónicas de los liberales que se habían hecho del poder a base de cochupos y tranzas donde la democracia, era una palabra sólo utilizada por intelectuales y estadistas bien conocidos.
Luego de una decena trágica gracias al arribo de los panistas al poder, resulta que lo que se ve, no se juzga.
Los albiazules salieron más cabrones que bonitos. Nada más llegar a Los Pinos, toda la retórica empleada para embaucar a cándidos ciudadanos que les creyeron hasta el bendito, se fue al caño. El poder les abrió las puertas a la impunidad, al cinismo y el descaro.
Fox ha sido la burla más grande que un país como el nuestro ha tenido. Ningún expresidente mexicano ha hecho tantas estupideces en seis años, peor aún, ningún exmandatario fue comparado 120 millones de veces con una acémila en el más amplio sentido de la comparación. Con la pena para estos ejemplares animalitos. ¡Anyway!
Sin embargo, quedó claro que su acceso a la máxima institución pública generó una voracidad en los panistas —hasta ayer soterrada ante la opinión pública— de tales dimensiones que hoy en día, no dejan de sorprender a la ciudadanía en general.
Con toda la imbecilidad que el esposo de la Sahagún pudiera acumular en su cerebro, sus huestes tuvieron la precaución de imponer a costa de lo que fuera, a un sucesor de su misma especie.
Es así como Calderón Hinojosa toma protesta ante un Congreso de la Unión dividido y conflictuado, por la forma tan burda con la que se atribuye el PAN un triunfo electoral que hasta el día de hoy guarda el tufo de un fraude electoral de dimensiones desconocidas.
El asenso al poder de Calderón y sus amigos, fue avalado por los tricolores que tenían más experiencia en cuestiones de gobernabilidad. Po ello y ante la inminente rebelión que una elección tan desacreditada como la que se vivió en 2006, prefirieron ponderar la estabilidad y la paz social de los mexicanos. Lamentablemente Calderón resultó poco menos que un incompetente tirano.
Con la actitud propia de los resentidos sociales y como si jamás hubiera sido parte de situaciones políticas de relevancia, Calderón se dedicó a formar una estructura personal que lo ayudara a borrar la historia de este país apostándole todo el tiempo a la pésima educación e instrucción que tenemos desde hace poco más de 18 años.
Con la pérfida ayuda de su compinche del momento, Elba Esther Gordillo, Calderomán optó por conducirse como el mejor peón de la unión americana y con ello devastó el creciente impulso que México tenía luego de muchos sexenios tricolores. Sexenios que pese a lo mucho y muy duramente criticados, habían dejado el nombre de México como un destino confiable, saludable y totalmente ajeno a situaciones de riesgo en cualquier campo.
Nuestra economía si no era la mejor —vivimos en crisis desde 1857— tampoco era tan lastimosa como para no poder vivir con decoro.
Hoy en día, ni economía, ni condiciones laborales, ni seguridad pública, ni tranquilidad, ni libertad real, ni paz social tenemos.
Calderomán ha sofisticado con pervesas miras todo lo que en sus manos esté. Las instituciones públicas han perdido la confianza ciudadana. No hay burócrata que tenga credibilidad entre la misma sociedad. Peor aún, se percibe un deseo feroz de perseguir sin tregua a todo aquel que ose ir en contra de sus designios e imposiciones.
Los panistas se llenaban la boca criticando las prácticas de influyentismo, corruptelas y nexos con el crimen organizado que siempre señalaron contra el PRI.
Fue su bandera política por décadas y cuando al fin asumieron las riendas del país, resultaron unos auténticos ladrones de cuello blanco; unos promotores del “narco” y los peores vicios en este país.
Hasta el otrora respetado y admirado Ejército mexicano ha pasado a las filas de la delincuencia organizada ante el azoro de la ciudadanía.
Para rematar su obra, Calderón demuestra que luego de piratearse las prácticas más deleznables de los sexenios que tanto criticaron y que los llevó a verse como almas impolutas ante los ingenuos ciudadanos que menos preparados están en este México aún tercermundista, están de vuelta. Sólo a él se le ocurrió la brillante idea de colocar a su sucesor en la mira de los comicios del 2012.
Ante la falta de propuestas políticas sólidas para contrarrestar la creciente ola peñista —acrecentada por la militancia leal de tricolores en todo el país— el hombrecito de cabeza brillosa no tuvo empacho en exhibir —literalmente— al zopenco de Ernesto Cordero.
Un mozalbete con un altísimo grado de ineptitud que ha quedado expuesta ante la prensa internacional en los últimos días. Calderomán, con el poder en sus manos, se ha creído el dueño de la franquicia albiazul.
Y sabiendo que sus malas estrategias han llevado a la debacle a su partido a nivel nacional, ha decidido que antes de que le arrebaten el poder sus compañeritos de partido, él tiene los recursos para imponer peligrosamente a quien le venga en gana. Muerto Mouriño, Cordero tiene un perfil manipulable que se adapta a su forma de gobernar.
Como priista me parece perfecto que los panistas tengan un candidato tan torpe e incompetente; su novatez y la cantidad de idioteces que ha expuesto ante la opinión pública respecto a su desempeño en Hacienda, lo ponen de pechito ante un experimentado y bien plantado Enrique Peña Nieto.
Con semejante contrincante, perfecto ejemplo de lo malo que resulta la “piratería” doblemente pirateada, los priistas tenemos la puerta de Los Pinos a una vuelta de llave.