Después de escuchar a los tres oradores que el día de ayer fueron “seleccionados” para hablar sobre la libertad de expresión, me di cuenta que a ninguno le queda claro el peso y el significado de este derecho.
Quiero pensar que no fue línea, sino una torpe coincidencia, la dirección que tomaron los discursos.
De entrada, Carlos Martín Huerta —a quien le tengo un especial afecto, pero con quien esta vez no coincido— perfiló su participación a los escalofriantes números que colocan a México como uno de los países de mayor riesgo para el ejercicio periodístico.
El conductor de Así Sucede nos trasladó a un escenario ajeno al que rodea a los periodistas de esta aldea.
Sin embargo, nada tiene que ver el clima de terror que viven los comunicadores del norte del país, con los riesgos que se corren aquí en la tierra del camote.
Y mucho menos para quienes ejercen un periodismo como el de Radio Acir, Televisa Puebla y Síntesis, por citar a los medios que “a nombre” de todos los ahí presentes hicieron uso de la palabra.
Después de Carlos Martín, apareció en escena el director de Televisa Puebla, Gerardo Jean Carrasco y volvió a la cantaleta del peligro de quienes ejercen labores de comunicación, relacionando ese riesgo con la inseguridad que se vive en el país, y comparando a los periodistas con bomberos y boxeadores.
Y remató Armando Prida, parafraseando al ejecutivo televiso, diciendo: “preferible perder una exclusiva, antes que poner en riesgo la vida de un reportero”.
¡Por favor!
Díganme si alguien recuerda una nota de Radio Acir, Televisa Puebla o Síntesis que haya puesto en riesgo la vida de un reportero.
No sé si las palabras de Prida Huerta sean una especie de mea culpa, intentando justificar la razón de no tener exclusivas, pero la realidad es que la base de la libertad de expresión en Puebla no está relacionada con la inseguridad que genera la guerra contra el narcotráfico.
Debo puntualizar que no desdeño el infierno que viven los reporteros de otros estados del país, pero ayer ése no era nuestro tema.
Lo que en Puebla es importante en el marco de esta “celebración” es el nivel de libertad de los reporteros, columnistas, editorialistas y conductores para decir lo que piensan.
Eso es lo que deben preguntarse todos los comunicadores, y en la íntima respuesta está la razón de celebrar o no el Día de la Libertad de Expresión.
Cuando a los fotógrafos y a los reporteros los encierran en un corral de prensa durante un acto oficial, es cuando debemos cuestionar si existe libertad de expresión.
Cuando todos los conductores de radio leen el resumen de noticias enviado por la oficina de Comunicación Social del gobernador, en lugar de leer la nota de su reportero, es cuando nos debemos preguntar si existe libertad de expresión.
Cuando despiden de algún medio a un reportero o columnista incómodo, por petición del gobierno, es cuando debemos meditar sobre la trillada frase de la libertad de expresión.
Y conste que no se trata de señalar al actual gobierno, sino a esa práctica añeja que inició con los gobiernos priistas y continuó con la llegada al poder de panistas y perredistas.
En Puebla, nadie puede presumir de ser el paladín de la libertad de expresión; ayer y ahora existieron y existen limitantes para accionar plenamente ese anhelado derecho.
No quiero dramatizar, pero la libertad de expresión es un derecho utópico por naturaleza.
Pero tenemos dos caminos.
Seguir la dirección de los tres oradores de ayer, quienes celebran no usar chalecos antibalas, aunque tengan que utilizar bozal a la hora de emplear sus propios medios; o tomar con valor el larguísimo camino para festejar algún día, el ejercicio de un verdadero periodismo libre.
Celebrando la libertad de expresión (sic)
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