Mientras en el Estado de México el priismo se encuentra aguerrido y unido para que Eruviel Ávila llegue sin problemas a sustituir a Enrique Peña Nieto, en Puebla el tricolor sigue con el pico clavado en posición genuflexa ante todo lo que huela sexenio morenovallista.
Asunto que obviamente ya fue detectado por el delegado Ranulfo Márquez, quien ha tenido que hacer el trabajo que evidentemente no puede realizar el decepcionante Juan Carlos Lastiri.
Con el colmillo propio de quien lleva años de trabajo y trayectoria exitosa dentro del quehacer político nacional, el delegado designado por el CEN del PRI ha logrado conversar de manera directa con la mayoría de los priistas más ubicados en el ámbito local.
Por supuesto, tuvo que iniciar con encuentros más institucionales que sociales con los representantes populares tanto a nivel federal como estatal.
Con la experiencia partidista que carga, ha sabido suplir la deficiencia de quien en mala hora fue elegido como dirigente del tricolor en un momento francamente doloroso para la militancia fiel.
Gracias a ello, se ha podido percatar de quién es quién en la entidad, pero sobre todo ha podido pulsar el peso y la capacidad de cada uno de los interesados que se le han ido poniendo enfrente.
Hay que destacar que esta ceremonia es harto conocida para él, y aún cuando se deja consentir, no se traga todo lo que le dicen. Una situación propia de quien sabe que en este tipo de circunstancias cada quien lleva agua a su molino.
Lo que sin duda le ha quedado clarísimo como agua de filtro, es que Juan Carlos Lastiri carece de liderazgo y respeto por parte de la militancia. Lo que al principio parecía ser una postura madura y centrada para recuperar la mentadísima unidad tricolor, se convirtió en una patética caricatura donde su función específica la centró más en hacerla de lacayo de Moreno Valle y de Fernando Manzanilla.
Actitud que fue consentida y avalada por personajes carentes de calidad moral como para reconvenirlo.
A dos meses de su llegada Ranulfo Márquez tiene un objetivo esencial: lograr la unidad en el PRI poblano. Sólo un ingenuo creería que con dos o tres manotazos en la mesa los tricolores poblanos se iban a ablandar. Márquez lo sabe y nos ha ido calando poquito a poco. Así como unos le llegaron como moscas a la miel, otros fuimos convocados a su presencia para sorpresa de los lamebotas y oportunistas de siempre.
Por supuesto que el más incrédulo ha sido el propio Lastirti, quien no ha dejado de sentir la adversión y el desdén de sus otrora “amigos” y correligionarios.
Cuando no se tiene el talento de lidiar con tantos egos —al margen de capacidades, trayectorias y pesos políticos—, es muy fácil perder el báculo del poder.
Ranulfo Márquez le ha corregido fina pero firmemente la plana en más de una ocasión; especialmente cuando su devoción hacia Moreno Valle sobrepasa los límites de la cortesía política.
Lo peor del caso es que al descarado devaneo de Lastiri se han sumado dos dirigentes de sectores –el popular y el obrero, pues no se sabe si la CNC todavía existe—, quienes en una competencia singular ya no saben cómo disputarse el primer lugar como el rastrero del sexenio.
De pena ajena, por Dios.
Actitudes que no sólo la militancia ha pulsado, sino que la propia ciudadanía critica abiertamente debido a la falta de oficio político de estos mutantes del priismo desleal.
El pretexto de ser respetuosos del mandato de Moreno Valle para no entorpecer programas y proyectos que benefician a los poblanos, se oye tan falso como llanto de plañideras.
Esto ha generado tanto descontrol en las bases y en la militancia “distinguida”, que se han presenciado y escuchado confrontaciones bastante corrientes entre compañeritos de partido y el disque dirigente.
Es decir, ni siquiera como persona Lastiri rescató un poco de respeto de sus correligionarios.
De ahí las alharacas, los golpes bajos y los cotilleos que lo desacreditan en cuanto entra a algún lugar. Perdió no sólo credibilidad; perdió identidad y respeto a sí mismo.
Con este panorama, debería reflexionar respecto al mal tino que ha tenido cada vez que impone a personajes de tan baja ralea en posiciones importantes de la estructura partidista. Primero dijo que no permitiría que traidores bien identificados siguieran jugando con el destino del partido.
Obviamente le llegaron al precio y hoy el PRI es un Frankenstein a causa de la cantidad de horrorosos pegotes con lo que ha pretendido recuperar a las fuerza vivas dl tricolor.
Él y sus promotores —conocidos por su pasada deslealtad y dudosa reputación— han llegado a armar eventos de donde aparentan contar con seguidores totalmente ficticios.
Tanto que da vergüenza saber que reporteros de diferentes medios les preguntan cuánto les pagaron para acudir al evento; lo peor es que les contestan con simpática ingenuidad cuanto les dieron y lo que les ofrecieron de comer. ¡Caray! Hasta cuándo van a dejar de simular
En fin, que mientras Lastiti se duele de qué le digan sus verdades y le canten el precio —al igual que a sus cómplices del sector popular y el obrero—, Ranulfo Márquez ha pedido a los priistas con los que se ha reunido, a que privilegiemos las bondades institucionales que el tricolor tiene para recuperar el 2012.
De la misma forma, nos ha pedido que con madurez y mucha ubicación política busquemos la unidad del priismo poblano.
Un asunto que se dificulta por personajes tan deprimentes e incongruentes como los ya mencionados, pero que sin duda vale la pena fortalecer una vez que se entiende que ni Lastiri, ni los lacayos que le acompañan, son dueños del Revolucionario Institucional.