En la vida siempre se busca la comodidad. Ya sea para vivir, ya sea para dormir o ya sea para caer literalmente en blandito. ¿A poco no le gusta a usted llegar justo cuando se le necesitaba? Pues con la misma desfachatez descrita, resulta que Juan Carlos Lastiri se ha dado a la tarea de hacerse presente únicamente para lo que se le necesita. O sea, para nada.
El tipo pasa más tiempo buscando respuestas donde no las hay, a fin de seguir papando moscas como un idiota en la noria. Lo penoso del asunto es que los meses pasan y no hay el menor resquicio de una paulatina, pero real recuperación partidista.
El valemadrismo en el que este tío vive denota no solo rastrerismo sin parangón, sino una auténtica indiferencia que raya en la estupidez. No tenemos claro cuánto tiempo más debe pasar para que algo suceda. Para que algo sacuda el hámster que este fulano tiene por cerebro. Parecería muy fácil descalificar sin más la sarta de tonterías que el tipo suelta. Pero no es así; los vicios tienen su origen.
En el caso que nos ocupa no hay excepción. Y menos cuando sabemos que el fondo del asunto tiene que ver con unas finanzas turbias y unos acuerdos que no terminan por hacerse válidos. Pasar de una cómoda posición económica a una amarga realidad financiera no debe ser nada fácil.
Y menos cuando lo que está en juego es la credibilidad de un partido que está en pleno desahucio. El PRI se ha convertido en un cascajo de lo que fue. No hay nadie que dé cuenta —ni para bien ni para mal— de lo que hay que hacer. No hay una directriz a seguir; no existe un centro de apoyo que dé referencia de lo que se está haciendo. Lo peor del caso es que Lucero Saldaña ha resultado poco menos que nada a su lado. Ambos terminaron convertidos en una dupla insípida y torpe.
Detallar los errores y las pifias de sus esbirros es tanto como abundar en sus bartoladas. No nos explicamos cómo una pareja que prometía ser absolutamente congruente y totalmente conciliadora terminó convertida en una quimera. Ni a la Gordillo le hubiera salido tan bien como a este par.
La última jugada hecha por semejante dupla tiene que ver con la decisión de aprobar una reforma electoral cuya única paternidad descansa en Rafael Moreno Valle. Sabrá Dios si esto le hace sentir mejor. Al final del día, los hechos y las acciones cuentan. La falta de credibilidad en un dirigente que emula todos los días a un fontanero denota que no existe la mínima posibilidad de resarcir el daño cometido.
En la vida hubiéramos imaginado lo bajo que Lastiti ha llegado. No hay un nombre que siquiera reivindique las pifias que estos tipos han realizado en nombre de un liderazgo inexistente. No hay nadie que haga valer la fuerza de una dirigencia urgida por cambios sustanciales; que no se queden en simples intentonas de cambio.
Que Lastiri no concluya su periodo como dirigente del tricolor ayudaría sobradamente a modificar el rumbo del partido. Sin el estorbo de una dirigencia ñoña y entreguista, seguro podríamos reorganizarnos y buscar los medios para restituir la socavada dignidad que hoy nos embarga. No sabemos cuánto podamos aguantar así, sin rumbo ni vela. Pero lo que es una verdad de Perogrullo, es que no podemos dejar que esta plaga, en la que el rastrerismo lastimero campea, siga inoculándose en nuestro sistema político-partidista.
La salida de Lastiri será un paliativo más que necesario para dejar atrás una etapa oscura; repleta de malos manejos financieros, de incontables bloqueos partidistas y de innumerables trampas, para no dejar que quienes tenemos calidad moral para asumir una encomienda de esta naturaleza logremos esta meta.
Nos parece extremo asegurar que Lastiri tendrá una muerte civil; sin embargo y debido a la sordidez con la que se ha conducido, no dudamos que ese día llegue. Y mucho antes de lo que él pueda imaginar.