Es un rumor harto conocido tener como próximos dirigentes del Comité Municipal tricolor, a gente identificada plenamente con la traición y la deslealtad. Gente que le gusta hacer camorra pero que, por supuesto, no tiene la menor intención de trabajar en favor del tricolor.
Lo mismo da lanzar a una desabrida cristiana que a una nativa de la Romero Vargas. Tampoco importa que candidateen a un rechoncho mozalbete ligado a grupos de dudosa reputación y de interminables desplantes.
Lo que importa es cómo satisfacer los más abyectos deseos de la nueva clase política reinante en la entidad. Si eso significa que hay que deponer la dignidad y asumirse como lacayo del gobernador, entonces estamos rayando en la absoluta desfachatez.
De solo imaginar que este tipo de personajes tan licenciosos y cínicos merodean los intereses del PRI municipal, se enchina la piel. No se puede concebir un movimiento conciliador en las bases cuando se actúa con total impunidad para elegir una dirigencia.
Bien dicen que una cosa es ser líder de un movimiento político, otra muy distinta cuando se es simplemente un dirigente partidista. El primero tiene fuerza y calidad moral para erigirse como tal; el otro solo sirve a los particulares intereses de un grupo. Es en este lugar a donde podemos ubicar a los oportunistas, desleales y grillos.
De esos que no tienen oficio ni beneficio. Con un descaro sin parangón estos esbirros a sueldo han infestado de asquerosos bichos, cualquier rincón del otrora saludable PRI.
Cierto que siempre hubo rémoras del pasado negadas a transformar nuestro partido, pero lo que ahora vemos y padecemos nos deja sin aliento. No hay nombre para invocar tanta bajeza; no hay forma de erradicar tanto daño.
Es una lástima que no haya un dirigente sindical, o un dirigente partidista en el PRI dispuesto a cambiar el modo y la forma con la que se conduce el partido hoy en día. Ningún diputado local y solo dos que tres de los federales han hecho algo que reivindique su conducta agachona.
Deben sentirse absolutamente despreciables de tanto agachar la cerviz. Nunca habíamos visto desfilar tanta desvergüenza atropellando a los demás. ¿A quién culpar? ¿A los infelices arrastrados que no se incomodan ante tanta genuflexión? Por supuesto que sí, pero también hay que culpar a todos aquellos que se han prestado al doble juego.
También hay que hacer extensiva la culpa a quienes se han mostrado timoratos para tomar decisiones relevantes, pese a tener cargos dentro de la estructura del CDE.
Dejar hacer y dejar pasar son las formas más conchudas de que no pase nada. Esperar que la inmoralidad de una cristiana o la insignificancia de una nativa de la Romero Vargas cambien para bien el destino de un partido como el PRI, resulta una quiera auténtica.
De las dos tipas no se hace una, y si Moreno Valle las considera ideales para fortalecer su endeble liderazgo en la entidad, pues que Dios lo bendiga. Con eso de que para que la cuña apriete, tiene que ser del mismo palo…
En cuanto al fornido muchacho que pretende ganar la interna tricolor, puede estar seguro que nadie le va a impedir el paso; al fin y al cabo son contados los suspirantes que buscan con decoro asumir tamaña responsabilidad. Pero, por lo visto, no entraron en la competida lista. Ni hablar.
Queda claro que cuando la indignidad se hace presente, los esquiroles aparecen como una plaga en todas partes. Lo que vemos en el tricolor solo denota que el PRI se ha dejado morir. Se encuentra desahuciado y con los días contados. ¡Mejor sería desconoctarlo!