En Puebla se están combatiendo todo tipo de delitos federales: la trata, la “piratería”, los que atentan contra la Ley Federal de Armas de Fuego, el tráfico de personas, contra la salud, el robo de productos de Pemex y otros más, pero ¿qué paso con los juegos clandestinos?
Damián Santander es el nombre de un sujeto que encabeza una red de apuestas clandestinas, desde una casa ubicada en la calle 5 número 8 de la colonia San José Vista Hermosa, una de las residencias más importantes de la zona, centro de plusvalía que se mueve en el perímetro de la zona de Angelópolis.
En esa zona, donde muchos poblanos demandan seguridad, se dan cita todo tipo de apostadores, desde quienes dejan sus casas, coches, mujeres y dinero en manos de tahúres, hasta miembros del crimen organizado que buscan víctimas para secuestros, extorsiones, o violentos asaltos.
En este tipo de negocios, ¿qué están haciendo los cuerpos de seguridad locales y federales?
¿No que la delincuencia no iba a pasar?
¿De a cómo?

En los peritajes ¿cuánto tienes, cuanto vales?
Imagine que usted es propietario de un taller mecánico, que descubre que le están robando refacciones y autopartes, y que en un arranque de desesperación decide vigilar su propio negocio y descubre a los ladrones. También descubre que se trata de sus propios empleados, luego solicita el auxilio de la fuerza pública y los sospechosos son presentados ante el Ministerio Público, donde los acusa por un robo cercano a 85 mil pesos, y resulta que en el avalúo de lo robado al perito se le ocurre decir que ni siquiera pasa de los 7 mil, y los ladrones —su exempleados— quedan en libertad mediante el pago de una fianza.
Lo más lógico del caso es que el agraviado proteste por el “favor” que un peritaje hizo a un grupo de detenidos, y que el Ministerio Público que conoce del caso se le ocurra —nada más se le ocurra— que hay algo “chueco” y ordene que se vuelva a revaluar lo robado y que salga totalmente la verdad. Sin embargo, vuelva a imaginar que el representante social esta coludido con el peritaje, lo mismo que los detenidos, y como consecuencia hace caso omiso de la queja y provoca que el afectado no sólo promueva una denuncia contra todos los implicados, sino que además demande el cese de los funcionarios que se pasaron la ley “por el arco del triunfo”.
Un servidor tiene la copia de ambos peritajes, el del afectado y el del perito, que firma como “Espinoza Francisco”, adscrito al municipio de Tepeaca, lo mismo que la representante social Verónica Mendoza Gutiérrez, quien en estos momentos ya son investigados por la Procuraduría General de Justicia.
Ambos peritajes no tienen pierde, le comentó detalles del mismo: dentro de los objetos que al afectado le fueron robados, se encuentra un motor de Panfaider, el que valúa en la cantidad de 15 mil pesos, mientras que el perito valuador lo cuantifica en 300 pesos.
Una caja de Caribe automático que el afectado la valúa en 4 mil pesos, mientras que el valuador dice que tiene un costo de 250 pesos.
Y la lista sigue. De todos los objetos robados que el afectado reclama, con un monto de 85 mil pesos, el valuador dice que son 6 mil 900 pesos. Los acusados están libres no porque no sean investigados por un delito, sino porque el monto de lo robado les permite seguir su caso en libertad, tras el pago de una fianza.
Ante todo, nuestro perito “Espinoza Francisco” se escuda bajo el argumento “de regular a mal estado de uso y conservación”, y remata diciendo que “se desconoce su funcionalidad y operatividad.
Yo les pregunto, amables lectores, ¿si no servían las autopartes, entonces para qué se las estaban robando?
“El favor” que el perito hizo a los sospechosos de robo no sólo les permite su momentánea libertad, sino los incentiva —e incentiva a otros— a cometer los mismos delitos, pues a final de cuentas “las ayudaditas” permiten la impunidad.
Y luego se molestan cuando un grupo de civiles, molesto por tanta impunidad, prefiere hacerse justicia con su propia mano.
Unos los detienen, otros los sueltan. Por eso estamos como estamos, y por cierto, “lo mejor está por venir”.

Nos vemos cuando nos veamos