Aunque no lo quieran reconocer, es innegable la ruptura del gobernador Rafael Moreno Valle con el alcalde Eduardo Rivera.
Lo que se ve no se juzga, y los hechos evidencian la intolerancia de un gobernador que no está dispuesto a ceder por ningún motivo, así esté de por medio la seguridad de la ciudad más poblada del estado que gobierna.
Para entender el problema suscitado se debe recordar que la sensibilidad política de Melquiades Morales lo llevó a cederle 1800 elementos al entonces presidente municipal Mario Marín.
De esos efectivos, 400 pasaron a las filas de Vialidad municipal, y el resto se incorporó a Seguridad Pública, reforzando así la fuerza policíaca con los positivos resultados de todos conocidos.
Este acuerdo se prolongó de manera indefinida, incluso en la difícil relación vivida entre el alcalde Luis Paredes con el gobierno estatal.
De los mil 800 efectivos, las cifras fueron transformándose, siendo poco menos de mil uniformados los que actualmente se encontraban comisionados con la administración municipal.
Sin duda, hasta ahora el convenio había tenido un éxito relevante, si tomamos como base que al inicio del presente sexenio Puebla capital estaba considerada como una de las ciudades más seguras del país.
Lamentablemente, el gobernador tomó la decisión de romper el convenio con el municipio, dejando en un claro estado de indefensión a la ciudad más importante de su estado.
Y todo porque el alcalde Rivera no se somete a las órdenes del todo poderoso habitante de Casa Puebla.
Todo indica que la medida obedece más a una fobia política que a cuidar los intereses de una ciudad que exige a gritos reforzar la seguridad.
Sin embargo, al Ejecutivo le resultó muy sencillo sacudirse esa obligación, argumentando que el gobierno municipal cuenta con recursos y apoyos federales para poder pagarle a esos policías.
Al final de la historia los únicos que pagaremos los berrinches de nuestros gobernantes seremos los poblanos, quienes debemos sortear diariamente a la creciente delincuencia.
Júrelo que si gozáramos de una docena de escoltas para salvaguardar nuestra integridad, o si voláramos en helicópteros todo el tiempo, la seguridad de la ciudad sería la que menos nos preocuparía.
Quizá a ese blindaje obedezca la absurda determinación.
Y dicen que “lo mejor está por venir”.

Condenan a El Relicario
El día de ayer se resolvió la licitación de la plaza de toros El Relicario a favor de la empresa de Juanito Huerta.
Es evidente que la resolución nada tuvo que ver con los resultados taurinos y empresariales de quien manejó la plaza durante el primer semestre del año, porque la Feria de Mayo y el resto de los festejos están muy lejos del nivel que un buen aficionado a la fiesta brava desearía.
Tristemente la poca transparencia mostrada por el gobierno estatal en la ridícula “licitación” de abril desalentó la participación de las empresas taurinas más importantes de México, por lo que terminó quedando en manos de Juanito Huerta.
Así las cosas. Está cantado que El Relicario vivirá sumido en la mediocridad de aquí a mayo de 2012.
Pobre fiesta brava.