En el transcurso de los últimos meses las cosas parecen empeorar.
Los conatos de violencia, los atentados, el índice de delincuencia, los suicidios, los divorcios, el maltrato intrafamiliar, la crisis económica y nuestra propia naturaleza nos han convertido en seres intolerantes que vivimos a la defensiva.
No sé si coincida conmigo, pero todo el mundo está enojado.
Exigimos a los distintos niveles de gobierno resolver el índice de violencia y criminalidad del que somos víctimas, repudiamos los actos inhumanos que vemos en los noticieros, sentimos compasión por las víctimas y sus familias, manifestamos de alguna u otra forma nuestra molestia por lo que sucede, pero nosotros mismos no somos capaces de respetar al de enfrente, en el hogar, en el semáforo, en el trabajo, en la fila del supermercado.
El evidente enojo, miedo y hambre han extinguido en los mexicanos la capacidad de dialogar y respetar el libre pensamiento del otro.
Ayer en Monterrey alrededor de mil personas se dieron cita en la manifestación en pro de la paz, convocada por un grupo de la sociedad civil. Todo parecía ir bien hasta que aparecieron mantas con tintes políticos provocando un conato de violencia, afortunadamente sin consecuencias lamentables.
Por favor, ¿adónde queremos llegar?
Las manifestaciones son un derecho que tenemos los mexicanos para exigir de manera unida paz y justicia, cero impunidad y castigo a quienes atentan contra nuestra tranquilidad, no corrompamos nuestros propios derechos.
No puede ser que caigamos en la trampa.
No podemos seguir enganchándonos en conflictos político partidistas que sólo buscan la oportunidad de obtener beneficios, sin escrúpulos y aprovechándose de las circunstancias pues no hay que olvidar que quienes mueren son civiles, es el estudiante, el periodista, el vecino, el hermano, el padre de familia, el hijo. Quienes han sido víctimas de esta guerra son personas que como usted y como yo se levantaban diariamente a buscar un mejor país para su familia.
Hagamos un alto y empecemos por el principio.
Intentemos ser amables, ceder el paso en la calle, dar los buenos días, sonreír a quienes se cruzan en nuestro camino, escuchar a quien está inconforme y sobre todo respetar a quien no coincide con nuestros ideales, para que entonces podamos exigir lo que nos corresponde, vivir sin violencia.
Twitter @engatusada
¿Qué nos pasa?
PUBLICIDAD