Es un hecho: el Auditorio Siglo XXI ya no está en manos de Raymundo Alonso, como lo anunciamos la semana pasada. Fuentes del propio gobierno nos confirmaron la especie (una vez contada en las páginas de Intolerancia Diario) y nos corrigieron: el adeudo no es de 6 millones de pesos, sino de 11.5 millones.
En el sexenio pasado el pasivo también fue de 11.5 millones, pero el gobernador Mario Marín les condonó 6 millones mediante un préstamo de la Secretaría de Finanzas con un cheque que se reintegró a las arcas del erario.
El funcionario que llevó a cabo la negociación fue Pedro Plaza, director del fideicomiso Atlicáyotl-Quetzalcóatl.
Plaza —como brazo ejecutor— fue quien al final les dio la mala noticia de que mientras no pagaran su adeudo no podrían concursar por la concesión del Auditorio Siglo XXI.
Además, se negó a aceptar sus papeles fuera de tiempo para refrendar la concesión que fue entregada en septiembre del 2006, como parte de una estrategia del marinismo para limpiar su imagen ante el escándalo por las grabaciones telefónicas con Kamel Nacif.
Lo más molesto para la gente que maneja Televisión Azteca Oriente, fue que ellos le dijeron al propio Pedro Plaza: “ya tenemos cita con el gobernador para arreglar el tema de la concesión”.
Lo malo es que cuando llegaron a Casa Puebla, quien les abrió la puerta para que los atendiera el gobernador fue el propio Pedro Plaza, quien les leyó la cartilla.
Así las cosas en este momento. Es ahora casi un hecho que Ocesa —propiedad de Televisa— se haga cargo del inmueble.
Y es que independientemente de todo se nota que Televisa es la favorita del gobierno en turno.
Televisa ha encontrado otro gran proyecto en Puebla, y durará por lo menos lo que dure este sexenio.

Del Twitter y otros demonios
Algunos de los que nos dedicamos al fino arte de tundir teclas criticamos y cuestionamos que sólo redactamos para nosotros mismos, es decir, hacemos puro material de autoconsumo.
Pensamos que de los 5 millones de habitantes en el estado, por lo menos el 10 por ciento nos lee.
Triste desilusión.
Las encuestas mandadas a hacer representan muy poco impacto en la población. Es un juego de me lees y te leo. Del correo del zar. De mandar mensajes. De representar intereses. De pensar que se hace un movimiento de masas.
La realidad es que no. Sólo es la influencia, eso hay que destacarlo, en los círculos de decisión: partidos políticos, cámara de diputados, cultos religiosos, organizaciones no gubernamentales, escritores, y toda la burocracia en pleno.
Lo mismo está ocurriendo con el Twitter de los reporteros, columnistas y directores de medios. Algunos lo usan sólo para replicar hechos: “Ta’ lloviendo”. “Hace harto frío”. Otros presentamos columnas y puntos de vista. Lo malo es que no hemos visto que nos hemos encerrado en nosotros mismos dentro de una red social. Y eso para el gobierno en turno es maravilloso, pues otra vez estamos escribiendo para nosotros mismos. Para felicitarnos nosotros mismos, para atacarnos entre los que tundimos teclas.
Se olvidó que Twitter es sólo una red social y hay que tratarla como tal. Aunque un poco de grilla, ajos y cebollas no caen mal, ya que despierta en el respetable ese bonito espíritu “revolucionario” y de joder al vecino que todos llevamos dentro. Es decir, la mayoría de las críticas emitidas contra los candidatos son de militantes de otros partidos, como le ocurrió a Peña Nieto.
La verdad es que en esta sociedad tan apática y conformista sólo les interesa ver La Voz de México y los chistes de Ninel Conde.
Así que detrás de un troll de periodistas se encuentra o un personaje ligado al gobierno, o es otro periodista escondido en el anonimato.
Lo demás es pura pantomima.