Debo reconocer que me equivoqué de nuevo. Pensé que nuestro estado (Puebla) había dejado los primeros lugares en las evaluaciones nacionales sobre su quehacer social, político y económico, pero veo que no es así. Según informaciones publicadas sobre los resultados de la Encuesta Nacional sobre Seguridad Pública 2010, Puebla ocupa el cuarto lugar en el país con más policías corruptos, y es la segunda entidad en donde sus agentes de Vialidad y Tránsito son los más deshonestos.
Bueno, tampoco hay que sorprendernos o pegar el grito al cielo, todos los sabemos, lo hemos visto y lo seguimos permitiendo. Hay policías que atracan con placa, y los agentes de Transito por cualquier cosa exigen su “mordida”. Lo anterior es un mal endémico, una forma brutal de asaltar y robar de manera legal, hechos que forman parte de una cultura de la impunidad y el abuso: enseñanzas jodidas de muchos políticos que responden a una larga cadena de intereses que exigen la cuota o diezmo obligatorio.
A quien no le gustaron los datos de dicha encuesta fue al secretario de Seguridad Pública del estado. Bueno, a nadie le gustaría que sus policías estén entre los primeros lugares de popularidad sobre corrupción a nivel nacional.
Por eso dijo que los más corruptos son los de Vialidad estatal que tienen más denuncias en su contra.
Uno más que se puso la “chaqueta” fue el diputado local Héctor Alonso Granados, que preside la Comisión de Seguridad en el Congreso local. Nada más y nada menos descubrió el hilo negro del asunto para echarnos el “rollo” de que la Policía poblana es corrupta porque les faltan buenos salarios y más capacitación.
El legislador, en lugar de placearse por Chietla con sus compañeros del Panal en la búsqueda de adeptos, mejor que ponga a funcionar su comisión legislativa para allegarse de toda la información posible sobre seguridad y más sobre las evaluaciones nacionales. ¡Qué bueno!, por lo menos rescata una vieja consigna de la presunta izquierda, cuando gritaban a los “cuicos” en alguna manifestación: “la Policía uniformada, también es explotada”.
Pero déjenme platicarles bajo este contexto de las policías poblanas una “pato aventura” que tuve el gusto de presenciar.
La triste historia tuvo que ver con un fin de semana. Me invitaron a echarme unas copitas. Disfrutábamos de la noche después de que cayó un buen aguacero. Cuando llegamos al bar —por cierto, decente— estaba tranquilo, pasaron las horas y el ambiente fue agarrando sabor y calor.
Poco a poco entraron pequeños grupos de chavos —más no adolescentes—, adultos jóvenes y otros más de mujeres que buscando divertirse. Las mesas se empezaron a ocupar, el bullicio comenzó y el grupo de música de salsa que tocaba en la parte de arriba le vino a poner un toque sabrosón al asunto. Entonces que empieza la movida de cuerpos al ritmo salsero en la pequeña pista de baile.
De verdad que estábamos pasándola bien, disfrutando un ratito del tiempo libre y gozándola. Nunca percibimos por ningún lado la venta de estupefacientes, tampoco que hubiese “malandrines pasados de lanza”. Bueno, hasta los baños estaban limpios y ahí había un “don” que respetuosamente ofrecía papel higiénico para las manos. El lugar estaba “relax”.
Después, sin darnos cuenta el tiempo transcurrió. Nosotros en santa paz, escuchando las rolas salseras.
Por diosito que en el tiempo que estuvimos ahí nunca nos sucedió nada, tampoco nos transaron, menos aún vimos alguien “echando bronca”.
La pista estaba llena de mujeres y hombres. Algunos parroquianos estaban en la barra echándose sus “chelas” o un trago, nadie se metía con nadie y las chavas que servían iban de un lado a otro. La gente busca pasarla bien, necesita espacios de diversión, disfrutar parte de su vida, su tiempo, y sabe a dónde la puede pasar en paz.
Muchas mujeres son empleadas de algún lado, otras sólo quieren convivir y salir a bailar un rato. Algunas más van con sus cuates a echar una cerveza, son mujeres y disfrutan de sus derechos, también se “chingan” y trabajan.
Pero creo que eso no lo entenderán las castas morales públicas de las autoridades municipales y estatales, quieren que nos vayamos a dormir a las diez de la noche para ver series estúpidas o al Doriga.
De pronto, cuando estábamos plácidamente sentados, escuchando las rolas y después de echarse una dizque bailada y terminando nuestro copetín, ¿qué creen?, pues que irrumpe abruptamente todo un comando de Policías: encapuchados, vestidos de negro, empuñando sus R-15, con linternas y que toman en lugar.
Ahora sí, “subieron arriba”. No dejaron entrar al baño a nadie, se apostaron en todo el lugar, pararon la grupo de música. En fracción de segundos, sin respeto a nada —y menos a nuestros derechos sociales— terminaron con todo.
Debo confesar que todos nosotros sin gritos, y más sorprendidos por la forma de tomar el lugar, poco a poco salimos o nos fueron desalojando. De pronto el lugar entro en un silencio extraño y el calor de la convivencia social se enfrió como un hielo.
Afuera el “gran operativo” rendía cuentas. El nuevo encargado de la Policía municipal, erguido y pensando en su gran acción, enfundado en uniforme de campaña, sólo hablaba por radio. El tráfico cerrado, las patrullas esperando y por ahí don Amadeo Lara Terrón, vestido de traje y dando órdenes.
Todos los “cuicos” o escuadrones especiales de tantos grupos tácticos que tienen las policías, “exhaustos, tensos, con el rostro cubierto, sus armas largas al lado y con la fe de haber cumplido un cateo moral”. Por fin, junto con sus jefes se sentían felices: habían logrado un gran operativo para resguardar las buenas conciencias.
Mientras en varias partes de la ciudad la delincuencia seguía haciendo de las suyas, los lugares de apuestas, tugurios peligrosos, discotecas de lujo, bares para niños bien y restaurantes caros no son molestados por estos operativos.
¡Que se jodan los jodidos! No la amuelen, por lo menos dejen disfrutar un ratito. Así como están las cosas en el país, es válido gozar de nuestro tiempo libre y de nuestro derecho al libre albedrío.
Hagan y planifiquen bien sus operativos, que sean legales y parejos para todos. Respeten a los ciudadanos y ojala sirvan para garantizar la seguridad, no para violentar, prohibir y censurar derechos y libertades públicas.