Fiel a su estilo, el rector Enrique Agüera volvió a cuidar las formas políticas y reiteró su agradecimiento a la comunidad universitaria, con la que aseguró está su compromiso.
Como ya se ha vuelto costumbre, en el marco de su informe el mandamás universitario se convirtió en el mejor anfitrión de la clase política poblana, dejándose querer tanto por priistas como por la cúpula morenovallista.
Sin duda, los bonos electorales del rector han recuperado su valor, y ahora es visto como uno de los “gallos más fuertes” para alcanzar una candidatura al Senado.
La habilidad política de Enrique Agüera está fuera de discusión. A lo largo de estos seis años logró sortear los conflictos al interior de la Universidad, y se apoderó del control de los grupos que anteriormente rendían tributo a su antecesor Enrique Doger; mientras que hacia afuera de la máxima casa de estudios, consolidó una sólida relación con el gobierno estatal, incluso rebasando la aduana sexenal.
Las habilidades del doctor Agüera no se pueden desdeñar. Son muchos los ejemplos de su capacidad negociadora, entre ellos su buena relación con los legisladores federales de todos los partidos, quienes sin excepción le han dado su respaldo para encontrar los recursos para afrontar las necesidades de ese monstruo educativo que es la UAP.
También se debe reconocer la capacidad que mostró Agüera Ibáñez para salir bien librado de un escándalo mediático del que otros hubieran sucumbido.
Y por si algo faltara, este personaje ha demostrado —en sus dos elecciones— que cuenta con un carisma poco visto en un rector, y que no tiene empacho para despojarse de su faceta académica para involucrarse con la juventud universitaria.
En pocas palabras, tiene madera de candidato. Y esa información está desde hace tiempo en el escritorio de la élite tricolor, la cual espera el momento oportuno para tirarle un pial.
De ahí que la convocatoria de ayer tenga un valor mucho más trascendente que el simple informe de un rector.
Ayer, más que nunca la clase política buscó desesperada el mensaje político que resolviera el futuro del anfitrión.
Sin embargo, ese mensaje no estaba incluido en el discurso.
El mensaje político estuvo implícito en todo el magno evento.
No era necesario que lo dijera, porque a todos les quedó claro que el personaje de ayer tiene el capital político suficiente para alcanzar un lugar en las boletas del 1 de julio de 2012.