El “errorcito” cometido por Enrique Peña Nieto, el pasado fin de semana en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, me permite hacer algunas anotaciones al margen de dicho escándalo mediático generado por su falta de lectura.
Por más argumentos del propio Peña Nieto, como: “a cualquiera le pudo pasar”, “me confié”, o como dijo la presidenta del PRI, Cristina Díaz: “no considero que el que se te olvide un título, cinco o diez te haga poco leído, la verdad lo dudo, en lo particular, yo minimizo el incidente y la trascendencia del mismo (…) un error cualquiera lo puede cometer”.
En política todo puede suceder, en fracción de segundos cambia cualquier escenario. El lapsus del candidato priista lo demuestra, sobre todo entre los sectores urbanos en donde su imagen triunfadora se vino abajo en estos últimos días, al ser víctima del escarnio público.
Bueno, un error cualquiera lo comete, pero da la casualidad que Peña Nieto es uno de los principales aspirantes y quiere ser el presidente de la República.
Minimizar el penoso incidente cometido en la FIL es también un error. Es válido que el PRI quiera darle vuelta a la hoja lo más rápido que se pueda, cualquier partido lo haría, pero es mucho mejor reconocer la verdad y dejar atrás su soberbia.
Estos hechos —como otros— demuestran que los hombres o políticos que tienen poder y lo presumen, son mortales, que en cualquier momento tropiezan y caen. No son indestructibles y en muchas de las veces descubrimos que no tienen ideas.
Ese “oso” de Peña Nieto no pone en riesgo ni su candidatura y mucho menos la unidad de su partido. No hay que extremar o volar al pensar que con esto sus aspiraciones sufren un “terrible golpe”. Para derrotar al PRI se necesitarán otras herramientas políticas.
A los mexicanos nos gusta y disfrutamos del escarnio en contra de los poderosos, nos burlarnos y hacemos chistes por cualquier cosa, pero de igual forma aceptamos que nos pase todo, nos vale “gorro” el país y sus broncas. Bueno, hasta le perdonamos todas sus bromas, dichos y sus lecturas equivocadas al expresidente Vicente Fox.
Este penoso episodio pasará como todo lo que nos ha pasado en México. Peña Nieto no volverá a regarla, sus asesores se pondrán “más cabrones” y su perfil volverá a relucir.
Los panistas no son muy cultos o adictos a la lectura que digamos, detestan la historia de México, salvo unos muy contados. Carlos Castillo Peraza, antes Gómez Morín, fueron sus buenos pensadores.
La izquierda de hoy también es “burrita”, “Los Chuchos” y “Los Bejaranos” no cantan mal las rancheras. Los que ayer nos formamos en ella fuimos educados para leer, reflexionar, discutir y pensar.
Para no salirme del tema, hay que decirlo: en nuestro país sólo lee una élite ilustrada, los que tienen varo para comprar un libro, porque la mayoría de la gente tal vez ni siquiera un texto adquiere al año.
Los jóvenes son poquitos los que se meten a devorar un libro, no les gusta, mejor hacen sus tareas por internet.
El impulso a la lectura en México es una quimera cultural, sus instancias culturales son grandes burocracias doradas. Hacen falta miles de bibliotecas en el país y campañas por la lectura.
Por otra parte, las clases tuiteras del país, no todas saben ni escribir en frases cortas, sólo andan echando desmadre con sus iPods. Estos adictos a las redes sociales no son cultos. Cuando hay algún cotorreo como el de Peña Nieto saturan redes, se ponen muy críticos sociales y se sienten muy cool.
Me viene a la memoria una lectura. Durante su campaña por lograr ser presidente de México, José Vasconcelos repartía libros y fue uno de los hombres más cultos después del porfiriato.
Así que ahora no salgamos a rasgarnos las vestiduras por el gran descubrimiento al saber que nuestra clase política no lee ni en defensa propia. Es lamentable, vaya si lo es. Nada de engañarnos: Peña Nieto, López Obrador, Vázquez Mota, Cordero u otros, no son sujetos políticos a quienes les interese la cultura.
Ningún candidato u partido en el 2000 o 2006 propuso una alternativa cultural para México. Nadie le ha dado la debida atención, promoción, difusión y todo lo que tenga que ver con el fomento y la extensión de la cultura.
Ojalá que el resbalón de Enrique Peña sirva para impulsar más ferias del libro y la lectura entre los mexicanos.
Vale comentar que a veces hay gente que lee, pero eso no las hace ser mejor. Una formación libresca tampoco es garantía de nada, los libros no confeccionan ídolos. Los libros sirven para aprender, nos ayudan a reflexionar y pensar, nos dan valores y educan. Se disfrutan y gozan, son los mejores acompañantes, no se prestan, porque ya no regresan.
Me quedaría con la frase de Paulina Peña Pretelín al reenviar un mensaje de Twitter publicado en la cuenta de quien se dice es su novio. “Un saludo a toda la bola de pendejos que forman parte de la prole y solo critican a quien envidian”. Los panistas no dicen “prole”, gritan “¡ah, un naco!”, “eso es una nacada”, “no güey, ese es de la Familia Peluche”, “Viva Calderón, güey”.
¿Cuántos libros leemos al año?
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