El misticismo de los Silveti con la Guadalupana es un testimonio más de la fe que los mexicanos profesan a su Virgen morena.
Conocí personalmente al maestro David cuando me concedió una entrevista radiofónica en la misma mañana en la que enfrentaría mano a mano a Eloy Cavazos en El Relicario.
Justo al mediodía, mientras se realizaba el sorteo de los toros, platiqué con los dos matadores al aire, y ahí conocí la vibra que envolvía al Rey David. Al concluir la entrevista, Eloy se despidió y el de la dinastía Silveti se quedó para relatarme un sinfín de anécdotas.
Entre ellas me habló de su devoción por la Guadalupana. De los momentos en que luchó contra varias lesiones y del cobijo de la patrona de México hacia su persona.
Debo confesar que mi escepticismo hacia las cuestiones de índole religioso sucumbieron por minutos, ante la enorme fe del diestro de Salamanca.
Palabras más, palabras menos, David me confió: "Cómo no voy a deberle tanto a la Guadalupana, si hubo médicos que me dijeron que no volvería al torear, y que agradeciera que podía caminar. En una ocasión me encomendé a la Virgen y acudí a una clínica para deportistas en San Diego, en donde había jugadores de Futbol Americano y pilotos de autos. Me puse de shorts y al verme las cicatrices de las piernas todos me rodearon impresionados y me preguntaron a qué me dedicaba. Soy torero.
En esa clínica apareció un médico que me cambió el centro de gravedad de mi cuerpo y me enseñó a caminar con las puntas de los pies, y de gracias a él pude volver al torear, ¿tú crees que no le debo todo?"

Esa misma devoción llevó a su hijo Diego a visitar a la Guadalupana dos días antes de vestirse de luces y a encomendarse a ella, como lo hizo su padre.
Y el milagro se hizo. Dos orejas y un rabo para el menor de la dinastía.

El renacer de la fiesta
Mientras la clase política decidió tomarse un guadalupano receso en medio de la puja por las candidaturas al Senado y a las diputaciones federales, hoy dedicaré algunas líneas a la más bella de todas las fiestas.
En medio de una severa crisis, la fiesta brava mexicana hoy tiene mucho que celebrar. La temporada grande en la Plaza de Toros México ha sido el escenario para el nacimiento de las nuevas figuras del toreo.
Sin temor a equivocarme, este 2011 será el parteaguas de la tauromaquia nacional gracias al surgimiento de tres jóvenes matadores de toros, los cuales tirarán del carro en los próximos años.
A partir de esta temporada, los nombres de Arturo Saldívar, Juan Pablo Sánchez y Diego Silveti, serán los encargados del renacimiento de un espectáculo en aparente decadencia.
Hasta hace poco era común escuchar a los aficionados decir: “con una figura que saliera, salvamos la fiesta”.
Pues hoy tenemos a tres realidades, además de Arturo Macías, Joselito Adame y el extraordinario novillero tlaxcalteca Sergio Flores, quienes están llamados a subirse al barco de los triunfadores.
Sin duda, estamos ante una nueva época del toreo mexicano, y seguramente los años venideros serán apoteósicos para el toreo, que tendrá a cuando menos tres dignos representantes en las plazas más importantes del mundo.
Olé por la más bella de todas las fiestas.