Con insistencia he venido escuchando a grupos de inconformes por todos los excesos cometidos por el nuevo gobierno estatal.
Encabezan la lista los miles de desempleados que desde el primer día del sexenio fueron despedidos, pese a que Moreno Valle en campaña les aseguró que sus fuentes de trabajo no corrían ningún peligro.
Otros desencantados son los miles de maestros, a quienes les aplicaron un descuento adicional para ampliar la cuota del ISSSTEP, lo cual prácticamente anuló el aumento salarial de mayo.
Hay que agregar a los campesinos que recibieron en los primeros días del sexenio su “tractor”, que no es otra cosa que una mula motorizada, y que en la mayoría de los casos ya se encuentran arrumbadas por su inoperancia.
Se suman las mujeres a quienes les prometieron un crédito a la palabra, pero que en realidad es una burla para aquellas poblanas que confiaron en ese subsidio para iniciar su propio negocio.
Mención aparte merecen muchos de los permisionarios del transporte, quienes han visto cómo se da preferencia a algunas rutas para el otorgamiento de nuevas concesiones, mientras algunos son marginados por no habérsela jugado en campaña con el ahora gobernador.
Quienes también andan que no los calienta ni el sol son los dueños de los miles de mototaxis, que están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias antes de perder sus permisos.
También hay que sumar a los despedidos del sector salud, quienes han sido presionados para aceptar contratos de tres meses, con la evidente pérdida de su antigüedad laboral.
Los anteriores son sólo algunos ejemplos de los miles de inconformes con las acciones represoras del gobierno morenovallista. Sin embargo, si los ciudadanos determinan castigar al gobernador se van a encontrar en un serio predicamento. Veamos.
Al gobernador no se le puede castigar con el voto hacia algún partido político, porque pertenece a todos y a ninguno.
Si observamos la conformación del gabinete, nos damos cuenta de que es tan priista como Melquiades Morales.
Si vemos su afiliación partidista, veremos que su credencial pertenece al PAN, aunque no tenga un solo secretario de ese partido.
Si analizamos sus compromisos políticos, concluimos que Nueva Alianza y la maestra Gordillo rigen su vida política.
Y si revisamos la coalición que lo llevó al triunfo y los nombres de quienes serán los candidatos de la izquierda, encontraremos que a través de Miguel Ángel de la Rosa está metido hasta el tuétano del perredismo poblano.
En pocas palabras, la única fórmula para que los inconformes con el gobierno estatal puedan castigar electoralmente al morenovallismo es anulando su voto.
Sin duda, en Puebla tenemos el mejor ejemplo de un político camaleónico.
Ya se verá si logra sobrevivir a este “coctel” partidista que él mismo se preparó.
RMV, ¿inmunidad al voto de castigo?
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