Usted debe de recordar a Lidia Antonio Sánchez, toda su carrera como abogada y sus principales logros fueron dentro de la Procuraduría General de Justicia (PGJ), primero como auxiliar, luego como ministerio público, también como secretaria particular e incluso como titular de alguna dirección.
Lidia, al término de la administración pasada terminó como titular de la Visitaduría General y con la llegada del nuevo procurador, Víctor Antonio Carrancá Bourget y de su nuevo equipo, decidieron “darle las gracias” y le pidieron su renuncia, pero no con los términos en los que se debe agradecer a un funcionario que ha desempeñado bien su cargo, sino con la “gandallez” de quienes buscan revanchas ajenas; no aceptó y entonces la despidieron.
Pero Lidia no se dejó intimidar, conocedora de sus derechos, de que su trabajo fue impecable y que no tuvo una sola queja, se defendió legalmente y se amparó ante lo que consideró fue un abuso de autoridad.
Lógicamente las autoridades estatales se confabularon para ponerle piedras en el camino a Lidia Antonio, hasta que su caso llegó al Juzgado Segundo de Distrito, es decir, fuera de las manos de este gobierno y Lidia ganó la orden fue una restitución total, desde el cargo, salarios, todo.
Y la justicia en la PGJ se cumplió a medias.

Los desquites
El viernes 12 de enero Lidia regresó a sus funciones como encargada de la Visitaduria General, una orden federal así lo indicaba.
Y entonces la PGJ dio cumplimiento a la orden y le dieron su cargo, una oficina ubicada en el segundo piso de las instalaciones de la 31 Oriente y el bulevar 5 de Mayo, con todo y nombre a la puerta, pero con solo un escritorio y una silla, sin personal, sin documento alguno, sin responsabilidad, sólo una oficina y un escritorio, además de un nombramiento, algo así como una “aviaduría”, que no es otra cosa que un cargo que no existe, sólo en nómina.
Este cargo hubiera sido bueno si el solicitante fuera un “huevón” familiar, compadre o cómplice de algún funcionario, pero se lo dieron a una abogada que dejó su juventud en la institución y que en su madurez demostró mayor capacidad. En otras palabras, fue un total insulto, considerando que además de profesionista se trata de una mujer.
Pero la burla no terminó en ese sentido, sí le dieron la oficina pero las llaves no, tiene que esperar para que le abran la puerta de su propia oficia y la cierren con llave cuando se vaya, ¿y sus objetos personales?
Pero todavía hay más, ya le dijeron o le mandaron a decir que se van a desquitar, que tarde o temprano van a “ponerle un cuatro” y la van a consignar, que ganarles un pleito legal no se va a quedar así.
Así se las gasta esta nueva administración; cuando pierden, consignan.
Sí hay que tener miedo, pero la certeza de que quien actúa con legalidad merece el mismo respeto.

Qué bueno que en Puebla se abate a la delincuencia
Le invitó a un juego de los primeros Atari, a uno de esos de guerras o de luchas de buenos contra malos.
Los malos cuentan 5 puntos, los más malos 10, los terriblemente malos 100 y los verdaderos malosos con “una vida”.
¿De todos los detenidos en esta administración que cumplió un año, cuántos puntos acumularon los cuerpos de seguridad?
De los “miles de narcomenudistas” detenidos, ¿cuántos significan 10, 100 o una “nueva vida para las corporaciones de Policía”?
En Puebla operaba “El Luky”, uno de los hombres clave en la organización delictiva de “Los Zeta”, entraba y salía a su antojo. ¿Cuántos puntos hubiera significado este personaje si hubiera sido detenido en Puebla, considerando que el jefe de toda la seguridad tiene “tablas” en la AFI, la PFP o el Cisen?
¿Cuántos puntos se pagan por sujetos que son detenidos con 10 o 5 “grapas” de cocaína?
De los miles de detenidos, ¿cuántos tenían en su poder un carrujo de marihuana, una “grapa” de cocaína o una pistola calibre .22?
En cuestión de efectividad y no de números, ¿cómo se encuentra la seguridad en Puebla? En breve se lo voy a comentar.
Por cierto, la junta auxiliar Romero Vargas es todo un imperio de impunidad y de inmunidad, la venta de heroína a alcanzando cifras impresionantes.
¿Por qué?
Nos vemos cuando nos veamos.