Las coaliciones electorales son válidas, legales, importantes e interesantes para la vida electoral de México. Ayudan a construir acuerdos, cada una se procesa de manera diferente; algunas son programáticas, coincidentes entre sí, otras son meramente coyunturales y electoreras.
Son la única vía legal y democrática para alcanzar la alternancia en regímenes autoritarios de un solo partido, en la normalidad y la competencia comicial conjuntan fuerzas para triunfar y ganar espacios regionales, en otros escenarios de la lucha por el poder, como el que vivimos actualmente en México, diferentes agrupamientos suman sus siglas para ganarle a un gobierno que consideran fallido o una pesadilla.
Ayer las alianzas electorales entre diferentes eran impensables, no tenían tanta importancia y peso, sin embargo desde el año 2000 su relevancia e importancia táctica es fundamental para cualquiera de las tres principales fuerzas nacionales (PAN, PRI y PRD).
También hay que decir que dichas coaliciones totales o parciales, han servido para que varios partidos pequeños o “arrecifes” sigan manteniendo su registro legal, cuenten con sus propias fracciones parlamentarias y reciban sus ansiadas prerrogativas millonarias.
Del PAN, PRI y PRD, este último instituto es quien más ha experimentado en su vida con este tipo de acuerdos inter-partidarios y hasta la fecha lo sigue haciendo. Al PAN poco se le dan las alianzas, les cuesta mucho hacerlas, piensan que no las necesitan pero han cedido a ellas: lo hicieron con el PVEM en 2000 y de manera simulada en 2006 con el Panal. El PRI siempre dice que su mejor alianza es con el “pueblo”, las practican gradualmente, siguen pensando que su maquinaria funciona y que su vieja estructura aún responde.
Soy de los que piensa que las coaliciones políticas son válidas y deben funcionar para lograr la alternancia ante regímenes impunes, autoritarios y déspotas. Sobre todo por el bien de nuestras instituciones y para lograr la transición hacia la democracia en México.
Pero ante los nuevos escenarios y lo que recientemente estamos presenciando por el divorcio voluntario entre el PRI y el Panal, sólo queda decir que las alianzas electorales se empiezan a pervertir y agotar, están perdiendo su esencia fundamental. Las usan mal, desnaturalizan su acción en bien de la democracia, puesto que con ellas construyen nuevas formas coercitivas para inducir la voluntad popular e imponer sus propios intereses de grupo.
Esto genera que los “partiditos” se conviertan en grupos de “vividores” políticos que no crezcan y se reproduzcan, pues siempre irán pegados al más grande, en cada elección logran su sobrevivencia. Así nunca podremos tener partidos fuertes, consolidados, modernos y con una amplia oferta de ideas programáticas.
En 2006 Felipe Calderón Hinojosa, con el apoyo de varios gobernadores del PRI y el SNTE remontó los resultados de una competencia muy cerrada con AMLO.
Sobre las izquierdas, el acuerdo logrado entre el PRD, Movimiento Ciudadano y PT se da por una sola razón: Andrés Manuel López Obrador es su candidato único. Si Marcelo hubiese sido el abanderado, la ruptura estaría presente: el PT y Movimiento Ciudadano hubieran marchado por su cuenta. Hoy todos los líderes y jefes del movimiento progresista salen ganando, serán representantes del “pueblo”.
Qué decir del famoso amor (fallido) imposible entre el Revolucionario Institucional y el partido de la maestra Elba Esther Gordillo, que al “cuarto para las doce” se les derrumbó en medio de miles de ilusiones que habían imaginado los dos. Nos seguirán diciendo cientos y cientos de argumentos en su favor, lo real es que el PRI no cambia, sigue siendo el viejo partido autoritario, confederado y controlado por sus caudillos (gobernadores) en los estados del país.
El Panal tiene varios frentes abiertos: con el régimen de Calderón Hinojosa, con el PAN y con Josefina Vázquez Mota, lo mismo que con AMLO, así como también con el magisterio disidente.
Solos son más vulnerables, no serán el partido “bisagra” en estos comicios de 2012 porque deben de cuidar cada uno de sus votos, para mantener su registro.
En una competencia cerrada de tres, como se puede dar entre Josefina, Enrique y Andrés, nada tiene que hacer el partido magisterial. Si se aventura a inclinar sus votos por el PRI o el PAN, pierden todo y todo es todo, hasta su sindicato.
En la disputa de marcas partidarias están muy por abajo, no les alcanza y su posicionamiento nacional es relativo.
Tienen que elegir un buen candidato propio a la Presidencia de la República que tenga una fuerte presencia nacional, política y mediática. El tiempo les corre y los puede atrapar en su laberinto.
A nadie podrán culpar de su “pequeño” error de cálculo, tal vez uno de los muchos mitos —su experiencia política— de la maestra se derrumbó. El PRI les puso una buena zancadilla y la caída fue brutal, aunque no lo reconozcan.
El cuento de las coaliciones electorales
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