Si hacemos un análisis de los escenarios electorales que se aproximan, nos daremos cuenta que en este 2012 seremos testigos de una elección totalmente kafkiana.
Imagínese usted lo que pensaría un ciudadano europeo si le describe las características de nuestros candidatos a la presidencia.
El más aventajado en las encuestas es guapo y tiene el respaldo de los únicos dos emporios televisivos.
El segundo, después de una resistencia civil, lleva seis años asumiéndose como presidente legítimo y propone construir una “República Amorosa”.
Y el tercero, aunque está muy lejos en las mediciones preelectorales, es el consentido del presidente.
Seguramente quien escuchara esto, nos tomaría como unos locos.
Pero si a ese escenario agregamos que en la ciudad más grande del mundo aparecerá en escena una justiciera independiente, una sobreviviente de la dictadura perfecta y el ahijado del neopolítico amoroso, nuestro escucha confirmaría nuestra locura.
Pero si rematamos diciendo que en Puebla buscarán el Senado el hombre que acaba de perder la gubernatura y que es miembro del grupo político más desprestigiado del país, un exsecretario del Trabajo federal en el país del desempleo y que por la izquierda aparecerá en las boletas el personaje que arrebató el triunfo presidencial al partido que hoy lo postula, créanme que toma el teléfono y llama con urgencia al psiquiátrico.
Nos guste o no, ese es el nivel de nuestra política y lamentablemente nadie mueve ni moverá un dedo para cambiar ese rumbo.
Debemos reconocer nuestra poca o nula cultura política, la cual parece ir en franca caída.
Para no ir lejos, Puebla nos sirve de ejemplo para entender que llevamos viviendo décadas en un estado en decadencia política.

Víctimas de amnesia política
Basta con echar el calendario unos años atrás para descubrir que padecemos de una grave amnesia política.
Nuestra endeble memoria nos ha llevado a olvidar que hace apenas tres sexenios Mariano Piña Olaya no podía pisar Puebla sin que socialmente se le señalara como el gobernador más oscuro de la historia.
Por otra parte, si algo marcó a Melquíades Morales fueron las ineficiencias en la obra pública en donde la Ciudad Judicial y diversas carreteras triplicaron los montos presupuestados, independientemente de los retrasos en la terminación de las mismas.
Y aunque las cifras ya conocidas nos indican que estos personajes se despacharon con la cuchara grande, hoy pareciera que los únicos villanos que han saqueado Puebla son los marinistas.
En medio de las pesquisas que hoy reinan en Puebla, es momento de reconocer que ni fueron los primeros, ni los últimos corruptos que han gobernado Puebla.
La única y gran diferencia es que los anteriores no perdieron la elección.
En esa lógica, digamos entonces “bendita alternancia”.
Sin duda, la medida tomada por el gobierno debe servir para marcar un antecedente que impida el enriquecimiento de los políticos.
Sobra decir que la indignación social que provocó el conocer las fortunas de Alfredo Arango y Javier García Ramírez está más que justificada y esta exige sangre.
Basta con salir a la calle para entender el rencor que los poblanos le guardan al marinismo y que piden —con justa razón— que rueden más cabezas.
Pero también debemos cuestionarnos, ¿cuántos políticos del pasado y del presente hubieran salido bien librados de investigaciones como estas? ¿Cuántos políticos poblanos disfrutan impunemente de su riqueza? ¿De verdad ya se erradicaron los diezmos en Puebla? ¿Es mito o realidad la existencia de un cochinito para la campaña de 2018?
Y aunque me juren los nuevos funcionarios que son limpios y puros, yo hasta no ver.
¿Y usted qué cree?