Durante esta semana he observado la forma de reaccionar de los emprendedores en base a sus decisiones y me percaté de puntos específicos que lo llevan a tomar decisiones que luego lamentan.
Muchas veces, aquellos que empiezan su carrera empresarial terminan tomando decisiones en base a las circunstancias en vez de un plan de acción o de negocios. La vida emprendedora, al igual que la vida personal, es resultado de pequeñas decisiones que mantienen el buen funcionamiento de una empresa o de un nuevo negocio día a día, suscitando la confianza y el compromiso emprendedor.
Otro error muy frecuente en los emprendedores —y en las grandes compañías— es no reconocer las estrategias de la empresa para los empleados o colaboradores. Un estudio realizado hace tiempo en Pymes Europeas, indicó que dos tercios de las decisiones más importantes eran tomadas de acuerdo con la estrategia de la compañía. Ese número bajaba a un tercio al tratarse de decisiones de mediana importancia, y tan sólo una de cada 20 decisiones menores del día a día de la empresa eran tomadas de acuerdo con la estrategia corporativa. Las decisiones importantes no se toman frecuentemente, y cuando se realizan se toman en secreto por aquello de la prudencia comercial, de modo que sólo las autoridades de la compañía las conocían. Esto genera, en primer lugar, que las personas encargadas de hacer caminar la empresa —como los colaboradores, obreros o empleados— no las conocieran; en cambio, las decisiones del día a día afectaban a todos y eran evidentes y públicas. Esto les da a nuestros trabajadores la idea que nuestra compañía no es fiel a nuestra propia política. Las pequeñas decisiones importan más que las grandes a la gente que trabaja en una empresa.
También el comportamiento que se realiza en lo individual —a sea como emprendedor, directivo, o cualquier otro rango que se tenga en la compañía— es la falta de congruencia entre nuestro negocio y nuestra labor, es decir, que actuamos de una manera cuando nuestra función o nuestra compañía indican otra.
Un emprendedor que ofrece un servicio no puede actuar como una compañía que genera un producto. Un abogado, por ejemplo, tiene que estar dispuesto a auxiliar a sus clientes a la hora y lugar que lo necesite, no puede mandar un representarte porque su servicio es personal; en cambio una emprendedora que vende ropa cuenta con un horario de abrir y cerrar la tienda. El abogado no puede decidir trabajar sólo unas horas al día, porque sus clientes lo requieren a cualquier hora y la emprendedora de vestidos no puede abrir la tienda a la una de la mañana sólo porque a una señora se le ocurrió, esto generará en ambos casos incongruencia con su oferta al mercado, por un lado un servicio y por otro un producto.
Al momento de tomar una decisión para tu empresa puedes tener mala información, analizar mal la buena información que tienes o, lisa y llanamente, equivocarte por una creencia que te hace parecer necio, suena mal pero pasa. No conozco un solo emprendedor que haya tomado todas las decisiones correctas en el momento ideal. De hecho, si hago memoria, en los últimos años tomé tantas malas decisiones que hasta se reirían de mí por necio.
Pero casi siempre el análisis es posterior y lo que veo es que muchos de los que están con su proyecto, idea, sueño… y se equivocan, hacen dos cosas:
1) Se quedan pensando detenidamente en ese tema y aprenden.
2) Quieren abandonar todo porque se imaginan que ya perdieron su oportunidad.
Los primeros son las personas exitosas que utilizan lo aprendido para sí mismos y para el futuro, mientras los segundos son a los que llamo “empobredores de sueños”, porque lo único que aprenden es a lamentar su mala decisión y le dan un bajo valor a su sueño.
¿Tienes decisiones emprendedoras?