La primera etapa ha sido superada —digamos bien— por parte de las tres principales fuerzas partidarias del país (PRI, izquierdas y PAN): hoy cada una de ellas tiene candidata y candidatos oficiales rumbo a la Presidencia de la República.
Andrés Manuel López Obrador logró lo impensable en las llamadas izquierdas: éstas no se dividieron y pelearon —como es su costumbre— y se impuso al jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard. Enrique Peña Nieto, con el priismo nacional y el control partidario de su lado, le ganó la partida al senador Manlio Fabio Beltrones. Por su parte, Josefina Vázquez Mota —del PAN— abatió con el Yunque al aspirante Ernesto Cordero, excandidato de Felipe Calderón Hinojosa. En los tres casos, tal vez inéditos para las lecturas políticas posteriores, los grupos “duros” se impusieron sobre las presuntas posturas de centro y moderadas. La vieja izquierda, la añeja y dura derecha y el viejo PRI ganaron cada una de ellas sus procesos internos.
Ahora López Obrador y Vázquez Mota tienen una tarea fundamental: hacer que su principal adversario empiece a bajar puntos, que ambos reduzcan sus negativos y disputarse el segundo lugar. Necesitan de aquí a marzo estar lo más cerca del puntero en las encuestas. Y aunque las menosprecien, su utilización política y mediática genera diferentes percepciones en favor o en contra de alguno de los candidatos. Lo vimos recientemente en la disputa panista, donde los medios favorecieron y le hicieron campaña gratis a Vázquez Mota.
Peña Nieto necesita seguir corriendo solo, le gusta hacerlo, quiere que Obrador y Josefina se mantengan a distancia porque cuando los siente cerca, le gana el miedo y empieza a cometer errores.
Es obvio y claro que una mujer como Vázquez Mota cambia las cosas y los escenarios tanto del PRI como de las izquierdas. La candidata del blanquiazul tendrá más posibilidades de ataque, que estos hacia ella. La opinión pública será su principal resguardo.
Una elección cerrada de sólo dos (PRI-PAN) es lo que espera la derecha para dividir el voto útil y ganar el de los indecisos. En cambio, unos comicios de tres, en iguales condiciones y muy competidas, posibilita que el PAN pierda y la decisión se dé entre López Obrador y Peña Nieto.
Lo que estamos viendo es muy interesante, antes en un proceso electoral ya ha participado una mujer: lo hizo Patricia Mercado con el Partido Socialdemócrata. De una cosa estoy seguro, los “cuarteles de guerra” tendrán mucha chamba, tanto el exgobernador del Estado de México como “El Peje” deberán ajustar su estrategia electoral y tal vez modifiquen el mensaje de sus discursos. Los tres deberán concentrarse en hacer campaña y tener eventos de alto impacto y rentabilidad electoral. Llenar plazas no servirá de mucho porque éstas no votan.
Hoy, lo que funciona es tener buen candidato, partido (estructuras y gobiernos) y dinero para competir realmente por el poder. No hay de otra.
Es claro que Peña Nieto, López Obrador y Vázquez Mota no pueden ver las broncas —jodidas— que tienen sus candidatos a senadores y diputados, eso es una tarea de las burocracias partidarias. Las “partidocracias” deben de solucionar las ambiciones desmedidas de sus militancias por la disputa de un lugar en el Senado de la República o la Cámara de Diputados.
Es una lucha vulgar y desproporcionada entre los cientos de aspirantes a una curul que hay en el PRI, el PAN y el PRD, además de brutal. La noble función de ser legislador o representante del pueblo se ha convertido en una profesión que se prostituye. Nadie se espanta que los partidos sirven y funcionan para que sus miembros puedan dirigirlos o aspirar a un puesto de representación popular. Sin embargo las listas y las “colas” de aspirantes son enormes. En cada elección crecen y se reproducen más.
Todos dicen tener trabajo político y merecerla, unos se comen a los otros. Algunos quieren impunidad, los demás buscan un “hueso”, una beca de tres o seis años. También saltan de un puesto a otro, hacen planes futuros para ser gobernadores… En fin, el poder y el dinero los tiene enloquecidos.
Al final, las torpes dirigencias de estos costosos aparatos políticos, negocian y reparten los espacios entre sus grupos y corrientes más fuertes. Los renegados y molestos saldrán “echando pestes” de sus dirigentes y partidos, pero no tendrán más alternativa como antes, todos los institutos están igual o peor de saturados de cientos de “vividores” y “ambiciosos”, en donde gritan que son los mejores “demócratas, dicen amar al pueblo y querer luchar por su patria”.
Todos quieren ser diputados
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