Así parecen actuar los consejeros electorales del IEE cuando reciben indicaciones del “Señor de los Cerros”.
Sabedores de que en breve terminará su periodo y que el gobernador contempla una renovación total en ese instituto, los consejeros electorales buscan congraciarse con el mandamás estatal.
Me resisto a creer que las pifias jurídicas cometidas por el Consejo General del IEE, que hoy se detallan en la nota firmada por el reportero Francisco Sánchez Nolasco, sean por ignorancia de los consejeros.
Lo que sí creo es que tan grande es la necesidad de quedar bien con las indicaciones provenientes de Los Fuertes, que los consejeros no dudaron en atropellar todos los ordenamientos legales con tal de complacer a quien tendrá la facultad de ordenar su ratificación o de ponerlos de patitas en la calle. De ahí que cuando a los consejeros les preguntan desde Casa Puebla: “¿Qué hora es?” Sin dudarlo responden: “la que el señor diga”.
Y así como en el IEE, lo mismo sucede en todas las instituciones del estado.
La elección y sus circunstancias
Ante la proximidad de la elección federal, una de las preguntas que hoy se hace el círculo político de Puebla, es la siguiente: ¿Cuántas de las 16 diputaciones ganarán el PRI y el PAN?
Jugarle al pitoniso resulta muy peligroso, sobre todo por tratarse de una elección sujeta a los caprichos de las tendencias presidenciales.
Una de las anécdotas que ejemplifican estos extraños comportamientos electorales, es la que se dio en la contienda del año 2000, en donde Ramón Mantilla ganó sin hacer campaña, ya que fue internado un mes en la Beneficencia Española por haber sufrido un infarto en las semanas previas al 2 de julio venciendo contundentemente al líder cetemista Adolfo García Camacho.
Sin duda, Mantilla ganó la elección montado en la inercia ganadora de Vicente Fox, quien cargó sobre sus hombros a muchos candidatos que en otras circunstancias no hubieran tenido la más mínima posibilidad de alcanzar una diputación.
En contraposición, el ahora candidato del PAN al Senado de la República, Javier Lozano Alarcón, peleó —por así decirlo— con los colores del PRI para alcanzar una curul federal.
Pese a haber derrochado millonarios recursos, este camaleónico personaje perdió por una diferencia abismal ante Miguel Ángel Mantilla logrando la “marca tricolor” de ser el peor de los 300 candidatos priistas de todo el país.
Ese 2 de julio, los priistas perdieron los cuatro distritos de la capital, en donde —además de Lozano Alarcón y García Camacho— perdieron también Javier López Zavala y Luis Antonio Godina.
Así las cosas, si hacemos una retrospectiva más amplia confirmaremos que las elecciones federales están soportadas en las figuras de los candidatos presidenciales.
Recuerdo que mi querido amigo Rigoberto Benítez me comentó los resultados de una encuesta levantada por el Ciso de la UAP la semana posterior al 2 de julio, en donde se aplicaron las siguientes preguntas:
*¿Por qué partido votó usted el domingo pasado?
*¿Por quién votó para presidente de la República?
*¿Por quién votó para diputado federal?
En los casos de quienes sufragaron en contra del PRI, la primera respuesta fue precisa: por el PAN. Igualmente, la segunda pregunta tuvo a Vicente Fox como respuesta, pero al cuestionar sobre los nombres de los diputados, resultó que menos de un 30 por ciento lo sabían.
En conclusión, votaron por el candidato a presidente y por la marca.
Si trasladamos estos datos a la próxima elección, tenemos que los nombres de los candidatos a diputados poco influirán en el resultado de la elección en Puebla, y que si la tendencia se mantiene favorable a Peña Nieto, los priistas —a diferencia de los sucedido en 2000 y 2006— podrían ganar distritos con los peores candidatos de la historia.
Pero si se cierra la diferencia entre Enrique Peña y Josefina Vázquez Mota, los resultados serán de pronóstico reservado.
¿Qué hora es? La que usted diga, señor
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