Uno de los graves problemas que hoy enfrenta cualquier gobierno es la falta de credibilidad.
Pensar que el bono democrático les garantiza la credibilidad de quienes votaron por ellos, pone a los gobernantes en una situación delicada, sobre todo ahora que las redes sociales se han convertido en un medio de comunicación libre y libertino.
Hasta hace poco los gobiernos, a través de sus directores de Comunicación, buscaban controlar a los medios para evitar que sus escándalos tomaran proporciones mayores.
Sin embargo, ahora en cada ciudadano vive un centinela, un espía, un reportero y un policía. Las redes han rebasado cualquier medio de control sin que los gobiernos tengan oportunidad de callarlas.
Un ejemplo lo vivimos el viernes pasado, cuando las redes reaccionaron en contra del comunicado oficial de la Procuraduría General de Justicia del Estado, que presentó a los presuntos asesinos de Agnes Torres y determinó que el móvil de crimen fue el robo de su automóvil último modelo.
Impresionante resultó la reacción en cadena de miles de personas que manifestaron su incredulidad hacia el anuncio de la PGJ exigiendo que no se le diera carpetazo a este caso.
Sin desestimar las investigaciones de la Procuraduría, me parece que todas las interrogantes y descalificaciones que se hicieron a través de Twitter y Facebook están soportadas por el más importante de los sentidos: el sentido común.
Y no es fácil aceptar que el sangriento homicidio de Agnes Torres se justifiqué diciendo que fue para robarle su automóvil, sobre todo porque uno de los presuntos homicidas era su pareja sentimental.
No se necesita ser Sherlock Holmes para deducir que si uno de los ahora procesados era el novio de Agnes, ¿para qué necesitaba matar a su pareja si tenía acceso a las llaves?
Tampoco se explicaría la saña con la que fue torturada y degollada, si de verdad iban únicamente por el auto.
Y para rematar, este fin de semana aparecieron las ONG argumentando que los detenidos fueron obligados a confesar su culpabilidad.
En lo personal, tengo la mejor de las impresiones del procurador Víctor Carrancá, pero también tengo claro que cuando un gobernador exige resultados no faltan los subordinados que sacan de la nada las investigaciones más sorprendentes, y conste que cuando digo subordinados no me refiero precisamente al procurador.
En lo personal, me parece que este caso está mucho más cerca de un crimen pasional que de un crimen de odio y no se diga del robo de un automóvil.
Desafortunadamente, la versión de la Procuraduría es la menos creíble de todas.
Y en esto la percepción social suele ser muy cruel en contra de las autoridades.
¿O acaso usted les compra la historia del robo del auto?
La desesperación de Josefina
Qué mejor ejemplo de la desesperación que hoy se vive en el equipo de Josefina Vázquez Mota, que la decisión de subirla a una motocicleta con el pretexto de no llegar tarde a su firma de registro ante el IFE.
Si bien es cierto, el tráfico de los sábados a mediodía en la ciudad de México es muy intenso, también es cierto que todos saben de estas complicaciones viales.
No se puede pensar que a los coordinadores de Josefina se les pasó ese detalle y de repente se dieron cuenta que iba a llegar tarde a su cita con el IFE.
Evidentemente se trató de una acción planeada para intentar robar cámara con la candidata arriba de la moto, y vender a una mujer valiente y comprometida con su candidatura.
Para su mala suerte, esta aventura motorizada de poco le sirvió ya que GEA ISA —que es la empresa que le había dado 7 puntos de diferencia con Enrique Peña Nieto— ayer anunció un desplome de la panista de 6 puntos, poniéndola 13 abajo del priista.
Si recordamos, las remontadas electorales de Vicente Fox y Felipe Calderón nunca tuvieron caídas como la de Vázquez Mota y jamás tuvieron tanta desventaja en las encuestas, a tres meses de la elección.
Sin duda, Josefina hoy necesita de un milagro.
Dudas que matan en el caso Agnes
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