La mañana de ayer recibí una carta aclaratoria firmada por Manuel Bartlett en la que ofrece su versión sobre los acontecimientos electorales de 1988.
Con un perfecto castellano el exgobernador de Puebla derrochó oficio político al momento de replicar mi columna y se dio tiempo para intentar deslindarse de la mítica “caída de sistema”, con que se impidió la llegada de la izquierda a la Presidencia de la República.
En su misiva, don Manuel destapó el frasco de las esencias y se enfundó en un terno de luces para capotear con gran clase la embestida de este columnista.
Vale la pena leer la aclaratoria de Bartlett Díaz para suspirar nostálgicamente por el agonizante oficio de los políticos profesionales.
Ojalá y los adictos a las cartas aclaratorias aprendieran un poco de personajes como del ahora detractor priista.
    Esta es la carta:

    …

Sin duda, la lección de Bartlett podría desarmar a cualquier columnista; sin embargo, un error de fondo me ofreció elementos para cuestionar la postura del candidato izquierdista al Senado.
Del cuerpo de su aclaratoria se desprende un claro señalamiento en contra de Carlos Salinas de Gortari, a quién don Manuel acusa de ser el autor de la campaña de desprestigio en su contra.
Sin embargo, nuestro personaje omite decir que tras el escándalo electoral de 1988 y de la supuesta campaña en su contra, él —y nadie más— aceptó incorporarse al gabinete salinista como secretario de Educación Pública.
Claro está que Bartlett utiliza la historia a su interés y conveniencia.
Aunque debo reconocer que sus incongruencias no demeritan en nada la calidad y el oficio político de nuestro personaje de hoy.
Bienvenidas este tipo de cartas aclaratorias.
La calidad no se juzga.