“Prometer y prometer hasta meter; y una vez metido, olvidar lo prometido”.
Este refrán, utilizado por las abuelas como frase preventiva para las jóvenes casaderas, embona perfectamente en los políticos que en campaña se aprovechan de la inocencia de los electores, quienes se tragan todas las promesas pensando que de verdad las cosas van a cambiar.
Les prometen y les prometen hasta que los convencen, para que una vez electos archiven todas esas promesas convertidas en sueños de cambio. Recuerdo perfectamente a los dos candidatos del año 2010 prometiendo como si fueran genios salidos de una lámpara mágica, ofreciendo cumplir todos los deseos de los ilusos ciudadanos, quienes dan por hecho que sus vidas cambiarán gracias a los grandes poderes de los abanderados partidistas.
Así las cosas, cuando Moreno Valle aparecía en escena con sus promesas, López Zavala replicaba ofreciendo el doble y el triple de su opositor, y cuando prometía el priista, el aliancista doblaba la promesa sin escatimar recurso alguno para no quedarse atrás. En aquella época, el candidato tricolor ofreció uniformes con zapatos incluidos, lo cual obligó al ahora gobernador a igualar la postura de su rival electoral.
A dos años de distancia, y con dos ciclos escolares arrancados, la promesa se quedó en eso y no sólo no habrá uniformes gratuitos, sino que los padres de familia se vieron obligados a comprar el chalequito con el logotipo del gobierno morenovallista. Ahora bien, si la promesa incumplida representa un asunto delicado, éste se agrava cuando les imponen el uniforme único con logotipo incluido. Pero lo peor de todo es que no fue un suéter o una chamarra, sino un chalequito.
¿A quién demonios se le ocurrió que fuera un chalequito?
Evidentemente a alguien que no ha vivido en Puebla y que no ha llevado a sus hijos a la escuela.
A usted, que conoce las circunstancias climatológicas de Puebla, ¿se le ocurriría ponerle un chaleco a un niño en plena temporada de calor?
O acaso, ¿usted mandaría a su hijo sólo con un chalequito a la escuela, en plena temporada de invierno?
Por supuesto que ni una ni otra.
Y conste que estamos pensando en los niños de la ciudad, porque en la Mixteca o en la Sierra Norte el chaleco es totalmente inservible.
Que no jodan. A quien se le ocurrió la idea del chaleco, me queda claro que sólo tenía en mente congraciarse con el gobernador al decirle que miles de estudiantes poblanos utilizarían el logotipo morenovallista diariamente. Sin embargo, se pasó por el arco del triunfo las incomodidades que representa ese chaleco para cualquier niño poblano.
Voy a invitar a los funcionarios morenovallistas a salir de sus casas únicamente con camisa y chaleco en diciembre a las siete de la mañana para tomar un microbús y llegar a las ocho a la escuela.
No les cuento la pulmonía que les va a dar.
Lamentablemente, los funcionarios morenovallistas viven en un mundo ajeno al del grueso de los poblanos y llevan a sus hijos en camionetas de lujo, enfundados en los uniformes de los colegios privados más selectos y cubiertos con tremendas chamarras, mismas que les cargan los escoltas a la hora del calor.
Para ellos lo mejor no está por venir, para ellos lo mejor ya llegó.