La designación de Pablo Fernández del Campo como nuevo dirigente estatal del PRI en Puebla se puede calificar como sorpresiva, pero a la vez como justa y merecida para un hombre que ha hecho carrera y méritos dentro de su partido.
Conocí a Pablo en el año de 1993 cuando se desempeñaba como secretario particular del entonces alcalde de Puebla, el fallecido Rafael Cañedo Benítez y yo era reportero de la fuente municipal. En ese entonces, Fernández del Campo era un joven que buscaba trascender en el mundo de la política como hijo de Miguel Fernández del Campo Machorro, quien en 1973 se convirtió en el segundo panista en ganar una diputación federal por el principio de mayoría.
Pasaron los años y volví a coincidir con Pablo Fernández en el año 2000, cuando fungió como coordinador de la campaña de Rafael Cañedo Benítez al Senado de la República; ahí se fogueó al calor de la batalla en una muy reñida elección donde Cañedo se fue a dormir como senador de primera minoría y despertó como el ganador de la contienda junto con su compañero de fórmula, Germán Sierra Sánchez. Aunque por primera vez el PRI perdía la Presidencia de la República. Tras la muerte de Rafael Cañedo, quien falleció casi al año de haber ganado la elección al Senado, Pablo tardó mucho tiempo en encontrar su camino.
En 2003 y 2004 se le veía muy de cerca de Ignacio Menéndez Priante y Germán Sierra Sánchez, a quienes muchos daban por bueno para la candidatura del PRI al gobierno de Puebla y que terminó perdiendo con Mario Marín Torres. Como parte de los acuerdos, Pablo logró un lugar dentro de la planilla de Enrique Doger Guerrero, quien ganó la presidencia municipal al panista Pablo Rodríguez Regordosa, actual titular de la Secotrade.
Fernández del Campo fue regidor de Hacienda es esa administración y de ahí saltó a la candidatura a la diputación local por el distrito 4 con cabecera en Puebla en 2007, año en que Blanca Alcalá dio la campanada y remontó más de 20 puntos que tenía de desventaja frente al panista Antonio Sánchez Díaz de Rivera. De esa forma, Fernández del Campo llegó al Congreso y fue designado presidente de la Comisión de Gobernación.
En 2010 coordinó la campaña del priista Mario Montero Serrano a la presidencia municipal de Puebla, la cual —hay que decirlo— fue un auténtico fracaso, ya que en todo caso el candidato debió de haber sido el propio Pablo. Luego de la contundente derrota en Puebla capital donde Montero fue superado por Eduardo Rivera Pérez, quien obtuvo más de 310 mil votos, Fernández del Campo buscó y obtuvo la candidatura del PRI a la diputación federal en el pasado proceso electoral.
Fernández del Campo enfrentó al candidato del gobernador, el chiapaneco avecindado en Puebla, Néstor Gordillo y perdió la contienda ante el peso de la estructura morenovallista que operó en su contra. Hoy Pablo Fernández, quien se hiciera famoso por su spot grabado en el 2007 al lado de su hija, tiene en sus manos el reto más grande de su carrera: lograr la unidad en el PRI y darle rumbo al expartidazo, que se encuentra sin brújula luego de la derrota electoral del pasado 4 de julio del 2010.
Pero no sólo eso, tiene que hacer del PRI una verdadera oposición en Puebla no mitotera, que tome calles o entorpezca la labor del gobernador, pero que haga sentir la voz del partido que obtuvo más de 900 mil votos en 2010, que tiene 14 seudodiputados en el Congreso local y otros 14 diputados federales y dos senadoras, así como cerca de 100 presidencias municipales. De ese tamaño es el reto de Pablo Fernández del Campo, ahora veremos realmente de que está hecho y si responde o no al tiempo y al tamaño del compromiso que se le entregó a partir de ayer.