Nuevamente regresan los hombres del poder a gobernarnos, ayer lo hicieron, después se fueron por un ratito, cuando se dieron cuenta que su modelo de gobierno (PRI) se había agotado, que los ciudadanos estaban hartos y que se habían desgastado demasiado y le dieron “chance” a los panistas (2000 y 2006), no a la izquierda, estas dos administraciones panistas dilapidaron el poder y los cuadros que llevaron al gobierno —casi todos— fueron muy malos y sin ninguna visión de largo alcance.
Esta camada de priistas que este sábado asumirán el control del Estado mexicano, es una combinación entre lo viejo y lo presuntamente nuevo, en el fondo son lo mismo, no tienen diferencias de fondo, porque supieron dirimir sus “broncas” internas en su momento justo y salieron unidos a recobrar lo que sólo prestaron por dos sexenios.
Los hombres del poder en México, se preparan a asumirlo en plenitud, aprendieron de sus errores y no los volverán a cometer. Todos ellos son cuadros profesionales de la praxis priista y los nuevos son egresados de su propia escuela partidaria. Así lo dejan ver los dos bloques poderosos y con decisiones plenas que el próximo presidente constitucional ha conformado.
Por un lado estará Luis Videgaray Caso, uno de los hombres todo poderosos, de suma confianza y tecnócrata eficaz del próximo mandatario, Enrique Peña Nieto; por el otro, el exgobernador de Hidalgo, Miguel Ángel Osorio Chong, ambos con amplias facultades legales, decisiones y poder político, mismos que habrán de conducir al país a partir del próximo 1 de diciembre.
Ellos —los priistas— ganaron las elecciones presidenciales del pasado mes de julio, ellos con todo su derecho y responsabilidad sabrán a quiénes designan como los secretarios del gabinete y son ellos los que manejarán al país. Si son los mejores o peores hombres para dirigir a la nación, eso no lo sé, lo importante será ver, si tienen la capacidad, la altura de miras y la responsabilidad republicana para manejar la política interna y la financiera.
Tantas pruebas han hecho con nuestro pobre país, que la sociedad misma ha perdido el interés en saber quiénes nos conducirán en los próximo seis años, sólo se fijan en la figura presidencial. Hoy las cosas han cambiado y los responsables de despacho tienen que garantizar respuestas y soluciones a los grandes problemas nacionales que enfrentamos.
Un México con poco presente y futuro, que dejaran los gobiernos panistas, por su incapacidad y corrupción, más los actos de soberbia y la volatilidad del carácter personal y no institucional de Felipe Calderón Hinojosa. Merecen una cirugía mayor para poder recuperar la salud y la fuerza de las propias instituciones.
La situación que se vive no es tan fácil de enfrentar, Peña Nieto y el PRI lo saben perfectamente, no tienen la mayoría a su favor y el país está dividido en tres grandes fuerzas nacionales: PRI, izquierdas y una derrotada. En el propio Congreso no tienen una mayoría absoluta, requieren de pactos y acuerdos nacionales.
A diferencia de otras administraciones, está que entrara, no le quedará a deber nada a los panistas, ninguna deuda política o factura que pagar, lo mismo a las izquierdas, su fuerza representativa es reconocida y serán las propias vías institucionales por las cuales habrán de dialogar y negociar.
Salvo situaciones de extrema urgencia política como la toma de posesión del presidente electo para este sábado, en donde los priistas más experimentados le dan vuelta a los protocolos, para tejer fino, negociar y ofrecer todo a los grupos representados en San Lázaro a fin de garantizar la ceremonia oficial.
La oposición podrá decir misa, pero los priistas ganaron las elecciones y cumplirán lo que marca la propia Constitución. Por eso también reforman leyes para reconstruir las estructuras de gobierno, quieren tener todo listo y a tiempo.
Vale la pena subrayarlo aquí, pero el Estado Mayor Presidencial cometió un grave error en su búsqueda de garantizar a costa de lo que sea la seguridad presidencial, violentó una de las principales libertades públicas al cercar toda el área que comprende el Congreso de la Unión. Fue un exceso de fuerza y una acción desmedida que agrede y mete temor entre los ciudadanos, además genera una percepción de miedo por parte del nuevo jefe de Estado.
El presidente electo y en días próximo constitucional, deberá apresurarse a trabajar y solucionar los grandes problemas de la agenda nacional: Seguridad, pobreza, economía y desarrollo nacional.
Por supuesto que no es lo mismo gobernar el Estado de México que conducir una nación entera y gobernar para todos los mexicanos.
El próximo 1 de diciembre regresará el PRI nuevamente a los Pinos, veremos dé que están hechos y si están a la altura de las propias exigencias que requerimos los mexicanos.

La gente y la opinión pública exigirán respuestas inmediatas a todo el desastre dejado en varias áreas de gobierno por parte de la administración del blanquiazul. Quiere ver pronto las diferencias entre uno y otro, además del cumplimiento de sus promesas.
El protocolo de la toma de posesión es sólo un símbolo político del sistema presidencialista mexicano, una ceremonia institucional que se debe de cumplir y un acto republicano, nada más. Veremos a la oposición con sus “rollos” de siempre, entre gritos y rasgándose las vestiduras por ver quiénes salvan primero a la patria. Otros fantoches se sentirán los insurgentes y protestaran airadamente, para verse en los medios de comunicación al siguiente día, así se sentirán los muy orgullosos de haber sido “congruentes con sus ideales”.
Sin embargo lo más fundamental no es la ceremonia del nuevo presidente de la República, serán sus acciones que tomen para un México muy lastimado, dolido y sin muchas expectativas de futuro. Ahora sólo falta esperar que las respuestas lleguen y se cumplan.