Decía el genial escritor Carlos Monsiváis, hablando de nuestros gobernantes y políticos: “Nuestros políticos no tienen ideas, ni pensamientos, lo que tienen son ocurrencias”.
Tal cosa es lo que ha estado sucediendo en el pasado reciente, y también el no tan reciente, en relación a la manifiesta falta de autoridad de algunos ocupantes de los biombos de jueces, lo que da como resultado que sus decisiones sean eso: ¡simples ocurrencias!
Muy visible y de dar tristeza fue el caso de Pablo Hermoso de Mendoza, quien con evidente trasgresión del Reglamento, que a la letra dice: “Todos los lidiadores acatarán inmediatamente los avisos y las órdenes del Juez de Plaza o Inspector Autoridad y les está prohibido hacer comentarios o manifestaciones de desagrado en el ruedo sobre las llamadas de atención, cambios de suerte y otorgamiento de apéndices aceptar las decisiones del Juez, sin cuestionarlas, quedando prohibido hacer manifestaciones de desacuerdo”. Increíble: Pablo Hermoso, de pie, desafiando de frente y abajo del Juez, haciendo de comparsa a su cuadrilla quienes ostentosamente pedían una oreja más, trofeo “Plus” para una actuación que con una oreja concedida ya estaba aceptablemente otorgada.
En la misma tarde y plaza, Alejandro Talavante, de una manera, eso sí, elegante y educada entregó al alguacil el rabo que de forma dadivosa el Juez Jesús Morales, ex-subalterno de toreros mandones concedió sin haber habido una cierta petición o una faena meritoria de tal premio.
Todo esto ocurrió en la que suponemos es: La Catedral del Toreo en México y ya ha sido ampliamente comentado, pero en este momento queremos subrayar que las dos fueron faltas graves al reglamento al no aceptar las decisiones del juez y manifestarse en contra.
Eso sí, uno de ellos, el matador Talavante conduciéndose cortésmente y hasta con cierta elegancia.
Pero el rejoneador lo hizo en forma retadora y con una apostura nada digna de su categoría. Lo que hay que saber es que ésta era apenas la quinta actuación del ex-banderillero como Juez, por lo que, al menos la gente del rejoneador ha de haber dicho: ¡A éste nos lo comemos!
Lo peor, y aquí si vale decir: “lo pior”, vino después, el viernes de esa semana en el nuevo Domo de San Luis Potosí, donde el matador José Antonio Morante de la Puebla, quien ante la negativa del Neo-Juez del Domo, Marcelo Lozano, quien se confesó muy “nuevito” y que tuvo que sufrir bronquísima del respetable argumentando que la estocada era “defectuosa” (ligeramente desprendida) teniendo el juez que enfrentar la fuerte embestida que le dio el ganadero Marco Garfias, en representación de la gente del toro ahí presente. Lo malo del asunto corrió a cargo del Matador Morante quien de manera despreciativa y también insultante arrojó la oreja otorgada al palco de autoridades. Todo esto se ve mal, muy mal, pero el colmo es el caso de otro juez, éste también “nuevito”, léase: inexperto, Joaquín Chávez, quien dentro de su taurínismo y afición que indudablemente los tiene, ha reconocido públicamente que desde hace un par de años anda “picando piedra”, o “en la guerra”, según se dice de maletillas y novilleros, tratando de hacerse juez por esos pueblos de Dios. Este Neo-Juez envió a los medios fotos de un matante dando la vuelta al ruedo con un brassier en mano, para justificar la actuación extrema y enérgica que con él había tenido.
Remato con la frase del principio: "El burro hablando de orejas", pues a este Juez y escribidor le han caído además de incontables mentadas en similar número de broncas, agresiones verbales y de hecho, expresiones amenazantes en demanda de más trofeos, pero sobre todo, el caso único, aquel en el que “El Pana” se auto-otorgó un rabo que él mismo cortó, después de una muy histriónica actuación en la que se aferró al rabo cuando éste aún era extensión del toro e iba a ser arrastrado por las mulillas.
Descalificable actitud cuya imagen permaneció por horas y días en noticieros. Horrible caso, pero sin tratar de justificarle, “El Pana” es eso, "pana" (sobrenombre que viene de “panadero”), “brujo” y demás calificativos a cuyo populachero nivel se han puesto quienes, faltando el respeto a la autoridad, se lo faltan a sí mismos; al vestido de torear que portan y lo que es más grave: al protocolo y tradición de la Fiesta Brava.