Desde hace unas semanas el gobernador Moreno Valle, acompañado de su secretario de Salud, ha realizado varias giras de trabajo para entregar equipo médico a diversos hospitales y clínicas de salud.
Una montaña de equipo clínico y una ambulancia se entregan a los directores de los hospitales, ante el júbilo de los asistentes, quienes ignoran la farsa que rodea a estos eventos.
Una vez que prensa e invitados se retiran, personal de la propia secretaría aborda al director del hospital, para pedirle las llaves de la flamante ambulancia, la cual sirve a su vez de mudanza para retirar el equipo entregado.
Así es como este kit médico está listo para continuar con el carrusel de la salud en la gira del día siguiente, en donde el gobernador volverá a hacer entrega del mismo equipo y la misma ambulancia.
Ésa es la práctica común de una administración, cuya principal característica es anteponer el show por encima de las acciones reales de gobierno.
¿O caso alguien duda que el discípulo de la maestra sea capaz de eso y más?
 
Otra de ambulancias
Corría la primera mitad del sexenio melquiadista, donde Moreno Valle había tejido una red de operadores en todo el estado, cuando se presentó un incidente que exhibía las ambiciones del entonces secretario de Finanzas y Desarrollo Social.
Fue así como Melquiades Morales realizó una gira por Huauchinango haciéndose acompañar de algunos de sus secretarios, incluido el nieto del general.
Durante la inauguración de una escuela, Moreno Valle aprovechó el momento para separarse de la caravana oficial, para realizar un acto paralelo donde entregaría una ambulancia a espaldas del gobernador.
Sin embargo, el inquieto secretario no contaba con la astucia de Morales Flores, quien fue informado del plan de entrega de la ambulancia por su entonces secretario particular.
Con la sabiduría de los viejos políticos, Melquiades Morales pidió que le entregarán las llaves de la ambulancia, las cuales guardó en su bolsillo.
Ya se imaginarán la que se armó cuando Moreno Vallé no pudo entregar la ambulancia, pues ésta se encontraba guardada a unas calles de distancia del lugar del evento morenovallista, sin que hubiera poder humano que la moviera porque nadie encontraba las malditas llaves.
Al aterrizar en Casa Puebla, el gobernador sacó de su bolsillo las llaves y sin decir una sola palabra las entregó a Moreno Valle, quien, ruborizado, observó las risas del resto de los invitados a esa gira por la Sierra Norte.
Ése es Rafael Moreno Valle. Que lo compre quien no lo conozca.