Irónicamente, la madrina política de Rafael Moreno Valle hoy pasa sus días bajo la sombra, procesada por el mismo delito por el que el marinista Alfredo Arango vive también tras las rejas.
Con las proporciones guardadas, estos dos personajes fueron aprehendidos bajo la presunción de haberse enriquecido de manera ilícita.
Hay que recordar que ante la presencia de Elba Esther Gordillo, en su primer informe de gobierno, el Señor de los Cerros anunció con bombo y platillos la detención del exsecretario de Salud en el sexenio marinista.
En aquel discurso, la propia maestra aplaudió la épica acción de su pupilo, sin saber que un año después caería presa por la misma acción penal, aunque con el agravante de que también es procesada por delincuencia organizada.
Pero el asunto no para ahí.
De las líneas de investigación se han encontrado diversas rutas del dinero ilícito, de las que se desprenden innumerables cuentas bancarias y los nombres de operadores financieros y prestanombres de Elba Esther Gordillo, donde no sería extraño que apareciera una liga con Puebla, tipificándose el mismo delito en algunas figuras locales.
Es evidente que hasta ahora sólo se conoce una parte mínima de los recursos financieros que pasaron por las manos de la presidenta vitalicia del SNTE, por lo que un próximo escándalo podría señalar de manera directa a la casona de Los Fuertes.
Créanme que no es casual la iniciativa aprobada en la Cámara de Diputados, la cual desapareció la figura del fuero constitucional para gobernadores y legisladores.
Y no sería extraño que un tsunami llegara a Puebla en las próximas semanas.
Porque lo mejor está por venir.
Yo sé lo que les digo.

La sentencia de los medios
Después de que el pasado martes se dio a conocer el fallo de la Corte respecto a la demanda interpuesta por el inefable empresario Armando Prida en contra de este columnista, el día de ayer se debatió en la mayoría de los medios sobre el tema, con un resultado en común: el repruebo hacia los ministros de la SCJN, por haber determinado que las palabras puñal y maricón deben ser consideradas como homofóbicas y causantes de daño moral hacia las personas a las que se dirijan esos calificativos.
Más allá de las aberraciones jurídicas en las que pudiera haber incurrido la Suprema Corte, debo decir que el día de ayer el juicio de los medios fue contundente en contra del máximo órgano de justicia de la nación.
En esa lista podemos enumerar a Joaquín López Dóriga, José Cárdenas, Carmen Aristegui, Víctor Trujillo y Esteban Arce, entre muchos otros. Todos ellos utilizaron sus espacios para hacer juicios certeros en contra del proyecto del ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, mismo que fue aprobado por dos de sus compañeros y con dos votos en contra.
Sin duda, este tribunal de última instancia se metió en un terreno escabroso, sobre todo por haber entrado al análisis de términos de uso común entre la mayoría de los mexicanos.
Un termómetro que no falla es el que mide la participación de los radioescuchas y televidentes, y la dinámica plural que representan las redes sociales.
Y fue precisamente en esa arena, donde se desarrolló el mejor de los debates, imponiéndose el descrédito a la censura dictada por la Corte.
Una televidente, en el programa El Mañanero, reprobó el dictamen del ministro Zaldivar diciendo: “Es un absurdo que ahora los hombres ya no se puedan decir puñal o maricón, y que a nosotras sí nos puedan decir putas”.
Duro pero cierto.
Otra persona cuestionó el análisis, argumentando que la palabra maricón no necesariamente tiene una acepción homofóbica, porque está puede también ser utilizada para describir una actitud cobarde o falta de valor.
Además, la gran mayoría de las posturas convirtieron la resolución de la SCJN en motivo de burlas y cachondeo por la prohibición dictada por este órgano jurisdiccional.
Por increíble que parezca, la Corte asumió un papel paternalista en donde decidió de un plumazo las palabras que los mexicanos no podemos utilizar.
Desafortunadamente, en un aparente afán protagónico los ministros incurrieron en un grave error al juzgarme por un acto que nunca afectó al autor de la demanda.
Por lo pronto, la enorme publicidad recibida gracias al resolutivo de la Corte no tengo palabras para agradecerla.