Fieles a su estilo, los priistas ungieron a quien será su candidato a la alcaldía, el exrector de la Universidad Autónoma de Puebla, Enrique Agüera Ibáñez, quien habría escuchado las palabras mayores a inicios de semana, en voz del dirigente nacional del tricolor, César Camacho Quiroz, y planchó muy bien su salida de la máxima casa de estudios.
El tema de la coalición fue definitivo para hacerle ver al PRI que sólo con su mejor carta podría tener oportunidad de pelear de tú a tú con el gobernador Moreno Valle, quien sigue dando muestras de que por ningún motivo va a rendir la plaza.
Agüera es el personaje con el cual el PRI tiene las mayores posibilidades de pelear contra el morenovallismo el control de Puebla capital y, por supuesto, de los siete distritos que conforman el municipio.
No hay margen de error para el tricolor en su esfuerzo por tratar de recuperar lo que se perdió en 2010, y la primera etapa tiene que ver con recuperar Puebla capital con un gobierno que durará 4 años y 9 meses en funciones.
El pasado viernes, Enrique Agüera se despidió de la máxima casa de estudios, luego de estar durante más de ocho años al frente de los destinos de la universidad pública a la cual deja entre las mejores a nivel nacional y en Latinoamérica.
El reto de convertirse en el candidato del PRI a la alcaldía es enorme, no sólo porque ahora se tendrá que enfrentar al gobernador con todo lo que ello implica, sino también a la jauría tricolor, que desde hoy lo ve como un posible adversario para 2018, si es que Agüera gana la elección del 7 de julio.
Enfrente tiene un aparato perfectamente aceitado que, contra todos los pronósticos, logró reeditar una nueva mega coalición, bajo un eslogan que dice más que mil palabras: “Puebla Unida”.
El posible adversario de Agüera es un poblano de toda la vida, un hombre reconocido socialmente, con una hermosa familia y un prestigio ganado a pulso, Antonio Gali Fayad, que sólo tiene en contra ser el “delfín” del gobernador.
Paradójicamente, la principal fortaleza de Gali es su cercanía con el gobernador, lo cual le hizo ganar su posible postulación, y una vez siendo candidato, puede convertirse en su principal debilidad su sociedad con Moreno Valle.
Esta vertiente puede ser un plus o puede ser un hándicap en contra, ya se verá el próximo 7 de julio, pero el binomio va con todo y tiene una ventaja sobre Agüera y el priismo, el partido se jugará en la cancha del gobernador y siempre pesa la localía.
Agüera, quien no es ningún tonto ni mucho menos improvisado, deberá demostrar que ahora en su primer acto dentro del mundo de la política partidista está preparado para hacer frente al reto de jugar sin tener la red de protección que significan las siglas de la Universidad Autónoma de Puebla.
No es nada fácil su papel, es la primera vez que el PRI va a una elección local sin tener en sus manos el gobierno del estado, es decir, en el papel de oposición.
Por si algo pudiera faltar, existen ya priistas interesados en hacerle el juego a Casa Puebla para descalificar todo acto que realice su candidato a la alcaldía, tricolores a sueldo, que, no obstante haber recibido prebendas del CEN como delegaciones para sus incondicionales, por “debajo del agua” le hacen el juego al gobernador y están dispuestos a reventar al exrector de la UAP en su intento por convertirse en el sucesor de Eduardo Rivera Pérez.
La lucha por la alcaldía no puede ser más interesante, dos verdaderos pesos completos respaldados por dos extraordinarias estructuras y con excelente imagen ante la sociedad poblana.
Agüera VS. Gali está a la altura de cualquier gran encuentro entre pesos completos; la suerte está echada, que gane el mejor.
Alfonso Esparza y el empoderamiento
El nuevo rector, Alfonso Esparza, era el pasado viernes la viva imagen del empoderamiento y de sus efectos.
Esparza lucía pleno en el tercer patio del edificio Carolino, en donde se realizó un brindis de despedida en honor al para ese momento exrector, Enrique Agüera Ibáñez.
Alfonso Esparza se mostró en todo momento respetuoso de la investidura de su antecesor pero, claro, también se dejó querer y “agachar” por los cientos de manos que se extendían a su paso o hacían fila para felicitarlo.
Su cara reflejaba la plenitud y el éxtasis que sólo da el haber conseguido la meta.
Y la señal llegó
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