Qué conceptos tan toreros los que derrocha el actor Rafael Inclán en la entrevista en dos actos que publicó el periódico de tinta sepia. Confiesa el actor que empezó a oír hablar de toros a los tres años de edad y, ya luego, a los ocho y nueve asistía de la mano de su abuelo a la plaza "El Progreso", en Guadalajara, donde a la sazón vivía; corrían los años cincuenta del siglo ya pasado y entusiasmado, los días lunes leía las crónicas —"Era un agasajo leer lo que había pasado en la Plaza Mexico"— en el mismo periódico tabloide donde Miguel Angel García lo entrevistó en su camerino de la "Sala Chopin", recinto teatral donde Inclán alterna con Juan Ferrara, Socorro Bonilla y Rocío Banquells en la obra Made in Mexico. Reconoce Inclán que jamás supo sí ser torero era lo suyo. La duda se le quedó como una espina. Su incursión en el toro se limitó a entrenar “bajo el puente de Tlaltelolco", punto de reunión al que acudían entonces Joselito Huerta y José Ramón Tirado, entre otros de los que eran novilleros "punteros". También llegó a participar en alguna becerrada y entrenado aprendió a embestir haciendo el toro con una encornadura.
Aunque, es muy raro el domingo que no se le ve en su barrera de sombra del Coso de Insurgentes, dado que es un aficionado asistente asiduo de los que "pasan lista", reconoce que no se frecuenta, ni es amigo de toreros. Dice: "Yo casi no hablo con los toreros, no quiero perderles el respeto, no quiero tratarlos, quiero verlos en el ruedo. No me interesan como seres humanos, con todo respeto; quiero verlos en el ruedo, para poderlos juzgar y no perdonarlos".
¿Que me cuenten a mí cuál afición existe? Sólo van cuando está Pablo Hermoso de Mendoza o cuando van a corearle tres naturales al de la Puebla. ¡No jodan! Por eso sale hasta gordito. ¿Pues cuál es el problema?
A la pregunta del eficaz entrevistador sobre qué tendrían que hacer las empresas para que regrese la gente a las plazas, el despeinado actor, enfático, responde: “¡Soltar a la fiera!...Hay toros que salen de verdad y parece que dicen: ¿Dónde está el guapito que me va a lidiar? Y ves que los banderilleros rejonean y que a los picadores los tumban y que el matador se pone hasta amarillo. ¡El toreo es poder!”
Del "toro de regalo", piensa y afirma que: "El torero debe vérselas con su lote, como le venga".
De la frase con la que Rafael Inclán remata su faena, comentamos:
Y, ¿qué decir de los jueces? ¡Que regalan orejas como si fueran hijas! ¿Qué puede agregar o comentar este escribidor y Juez de Plaza? Hijas, nunca las tuve y cuando siendo joven, hermanas: Sí las hubiera regalado.
El caso es que la muy enérgica actitud de no ser obsequioso, desgraciadamente el público no lo aprecia ni agradece, y ante la conducta reciente de algunos matantes que se ponen de pedigüeños y hasta altaneros en su reclamo de orejas, ¿qué le vamos a hacer? Decirles: "Que antes de andar de pedinches y mendigantes de orejas, como si fueran hijas o hermanas, mejor que pongan el ejemplo y primero: ¡qué regalen una!"
Rafael Inclan, un torero en el tendido
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