Tal y como lo hemos advertido en este mismo espacio, las cosas pintan para que en Puebla se presente un conflicto postelectoral, pero más aún, para que haya conatos de violencia el día de las elecciones.
He sido especialmente enfático en el tema, por las circunstancias que han rodeado este proceso electoral y que en la recta final detonan con más fuerza, ya que ambos candidatos dicen llevar la delantera y han intensificado la campaña “negra”.
La llegada de grupos ajenos a la entidad de ambos bandos, denunciada el 17 de junio, bajo el titulo: “Llegaron los golpeadores”, era el presagio de algo que puede ocurrir el día de la jornada electoral, conatos de violencia provocados por los dos grupos y su necesidad de obtener el triunfo a costa de lo que sea.
El 14 de mayo, en la columna titulada “Los tiempos del CEN” daba a conocer lo que el dirigente nacional del PRI, César Camacho Quiroz, contestaba cuando le preguntaba en torno a la elección en Puebla y respondía que los tiempos de los priistas poblanos no eran los mismos que los del Comité Ejecutivo Nacional del tricolor.
Y que el apoyo llegaría para ayudar a Enrique Agüera, y al parecer los tiempos llegaron y el candidato del tricolor luce bien cobijado por estructuras de Yucatán, Colima y Estado de México, lo cual —hay que decir también— no le ha caído muy bien a muchos priistas poblanos.
La estructura que viene de otros estados ha comenzado a trabajar desde hace 20 días en la promoción de Enrique Agüera casa por casa y levantando un censo de simpatizantes; según sus cuentas, llevan más de 240 mil promovidos y dispuestos a votar por el exrector de la UAP.
Y es que las condiciones en las que se ha desarrollado esta elección auguran que lo que definirá el proceso será precisamente la movilización que realicen las dos coaliciones, así como también quien cuide mejor el voto una vez que se hayan cerrado las casillas.
Y es que también, como lo señalé el pasado 31 de mayo, todo parece indicar que la elección de Puebla se dirimirá en los tribunales y no me equivoqué: días después, el propio dirigente nacional del tricolor, César Camacho Quiroz, advirtió que la elección se puede “judicializar”, y así parece que será.
Desde el día 29 de mayo dentro del recuento que he realizado sobre esta elección advertí que “se acabaron las ideas, vienen los madrazos” y así también ocurrió: la campaña que había iniciado floja, pero con propuestas, dio un giro diametral; ambos contendientes, Tony Gali y Enrique Agüera iniciaron la campaña “negra”, la guerra “de lodo” y desde entonces no ha habido tregua, al contrario, las acusaciones mutuas se han recrudecido.
El 3 de junio, en mi columna titulada “La cuarta semana (al borde de la ingobernabilidad)” advertía sobre el riesgo de que las pasiones se fueran a desbordar, aderezadas por la llegada de grupos ajenos a la entidad, lo cual podría desbordarse y poner a Puebla al borde de la ingobernabilidad, y el riesgo sigue latente y crece día con día.
Inicie mi columna de ese día con este párrafo: “Si bien es cierto que la política es pasión y que el fin justifica los medios, los dos principales contendientes a la alcaldía, sus respectivos equipos, los partidos políticos y el gobierno del estado deben tener cuidado, pues el juego se les puede salir de la manos y entonces la ciudad y el estado podrían comenzar a sufrir los efectos de la ingobernabilidad y la presencia de grupos ajenos a Puebla”.
Para abundar más en el tema, el pasado lunes escribí otra vez sobre el riesgo que la polarización en el que han entrado las dos coaliciones puede traer para el estado. La columna se tituló: “Arranca la séptima semana de campaña (rumbo al caos)”.
Desafortunadamente todo parece indicar que hacia allá se dirige la elección local, no ha existido cabeza fría por parte de los involucrados y, por supuesto, un papel destacado en todo este desastre lo juega el Instituto Electoral del Estado de Puebla, el cual ha hecho un pésimo trabajo.
Su nula experiencia en el tema, la desfachatez con la cual fue integrado este organismo, lleno de “paleros” al servicio del gobernador del estado y avalados en su momento por el priismo sumiso y abyecto, ha puesto de cabeza la elección.
El IEE no hace nada para frenar la guerra de descalificaciones y el juego sucio de ambos bandos.
Inevitablemente, todo parece indicar que habrá violencia el próximo 7 de julio, algo que nadie desea, salvo —al parecer— los directamente involucrados.