La lógica estatal se impuso, el aparato morenovallista, bien afinado, no tuvo rival enfrente. Su estructura fue más que suficiente para vencer en una elección en que —como se vaticinó— el abstencionismo rebaso el 56 por ciento.
En el antiguo régimen priista que gobernó por más de 70 años en Puebla las elecciones las ganaba el expartidazo cuando la gente no salía a votar, sí, pero ahora el PRI no tiene el poder en el estado y la poca participación le facilitó las cosas a quienes hoy detentan el poder, no hubo ni que esforzarse, a media máquina fue suficiente para obtener el triunfo.
Los grandes acuerdos cupulares, como el Pacto por México, finalmente pesaron más en al ánimo de Los Pinos que una ciudad que en las cuentas de la Presidencia bien se puede recuperar después o tal vez ni les interesa, y en el pecado van a llevar la penitencia.
El que pudo respirar aliviado luego del holgado triunfo de la coalición Puebla Unida es el Instituto Electoral del Estado, el cual realizó un pésimo papel y se vio reflejado en la poca participación, a nadie inspiró la campaña y mucho menos el actuar del árbitro de la contienda.
El gran ganador de la jornada, sin duda, fue el gobernador del estado, Rafael Moreno Valle, quien se salió con la suya, conservó la mayoría en el Congreso y ganó la “joya de la corona”, Puebla capital. Su proyecto goza de cabal salud y ahora se enfilará a seguir proyectado su imagen a nivel nacional con más fuerza.
Por supuesto que también en la lista de los ganadores se encuentra Tony Gali, que supo hacer una campaña práctica y que cuando tuvo que emplearse a fondo lo hizo. Suyo es el mérito y de su familia. Su equipo de campaña se apegó al manual, “la vieja receta de la abuela”, ni más ni menos.
A diferencia de otros años, ahora el presidente municipal y el gobernador pertenecerán al mismo grupo, lo cual le dará a la nomenclatura morenovallista un plus en sus planes de trabajo a cuatro años y ocho meses.
Ahora Gali tiene pase a la gran final, gobernará la ciudad de Puebla por un periodo histórico, con todo lo que esto significa, además de que pasó la aduana de 2013.
Los grandes perdedores, Ivonne Ortega y César Camacho Quiroz, quienes nunca entendieron la complejidad de la elección en Puebla, se engañaron todo el tiempo y tarde intentaron reaccionar, ya no hubo tiempo, los números son su tumba.
Necesariamente tendrán que venir nuevos tiempos para la Universidad Autónoma de Puebla, ahí habrá que ver qué futuro le depara a Alfonso Esparza, quien al menos hasta octubre seguirá al frente de la máxima casa de estudios en el estado.
El PRI poblano nuevamente entrará en una crisis similar a la de 2010, en donde la balcanización de los grupos no cesa, parecen buitres disputándose el cadáver de lo que alguna vez fue el partido hegemónico en el estado.
A pesar de lo devaluado de la marca, ésta todavía conserva parte de su valor, sobre todo para negociar importantes acuerdos con el inquilino de Casa Puebla y porque 2015 será un año importante para esta franquicia.
Lo triste es que Puebla se queda sin los equilibrios necesarios, ojalá que el grupo hegemónico maneje con madurez y sin soberbia su nuevo triunfo; si lo hacen, se podrán proyectar a donde quieren llegar.
Hoy todos a trabajar, queda poco por decir, habrá quienes hagan cera y pabilo de los que cayeron derrotados, pero se olvidan que la vida es una constante rueda de la fortuna en donde se gana y se pierde todos los días.
Enrique Agüera Ibáñez, a partir de este día, comenzará a conocer a sus verdaderos amigos, como suele suceder en este tipo de casos. El exrector de la UAP tendrá mucho tiempo para analizar las causas de su derrota.
Agüera no fue un mal producto, y eso hay que decirlo. El priismo que hoy no tiene pies ni cabeza en Puebla contribuyó en mucho a su descalabro, pero en la política nadie está muerto.