A prácticamente una semana para que iniciara la campaña recién concluida, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación emitió un falló ordenándole al Instituto Electoral del Estado que le entregara su solicitud de registro como instituto político estatal al Partido Pacto Social de Integración (PSI).
En realidad, esa determinación —que en su momento se interpretó como un apoyo hacia un partido de corte marinista— tuvo una implicación política muy importante, pero para el morenovallismo.
Y es que el PSI fue el partido que se amoldó perfectamente al esquema de candidaturas comunes, un aspecto que pasó desapercibido en la Reforma Electoral aprobada en 2011 y que fue clave para que Puebla Unida obtuviera más triunfos en presidencias municipales y diputaciones.
Carlos Navarro, el dirigente del PSI, no sólo tuvo acceso a prerrogativas por parte del IEE, sino que también puso la estructura de su partido a disposición del morenovallismo, lo cual reditúo en un muy lucrativo acuerdo para ambas partes.
Gracias al PSI, Puebla Unida obtuvo triunfos electorales en cinco distritos en donde, sin la figura de las candidaturas comunes, la coalición 5 de Mayo hubiera obtenido triunfos apretados, pero triunfos. Veamos.
En el distrito 2 —con cabecera en Huauchinango—, el PRI y su candidato Carlos Villalvazo hubieran obtenido el triunfo el pasado domingo, de acuerdo con el PREP, con un total de 32 mil 339 votos, por 32 mil 252 que obtuvo el candidato triunfador de Puebla Unida, el expriista Carlos Martínez Amador. La diferencia la hicieron los 3 mil 275 votos que el PSI le dio al sobrino de Alberto Amador Leal, con lo cual derrotaron al nieto de los Jiménez Morales.
Una situación similar ocurrió en el distrito 3 —con cabecera en Zacatlán—, donde la candidata del PRI, Esperanza Martínez, obtuvo 39 mil 124 votos por 38 mil 835 que obtuvo la candidata de Puebla Unida, Mariela Maldonado, sólo que el PSI le aportó a la abanderada de la coalición oficial 3 mil 471 votos, que fueron la diferencia.
También, el distrito 5 —con cabecera en Tlatlauquitepec— sufrió el mismo efecto, el PRI y su candidato Malco Ramírez Martínez hubieran obtenido el triunfo por 64 votos sobre el candidato de la coalición Puebla Unida, Omar Pozos, sólo que a Pozos se le sumaron 10 mil 721 votos aportados por Convergencia y 5 mil 482 que le otorgó el PSI para obtener finalmente en el cómputo una holgada victoria.
Otro que sintió los efectos del PSI y de las candidaturas comunes fue el candidato del PRI a la diputación de San Pedro Cholula, Eduardo Zacatelco Quintero, quien habría derrotado sin esta figura a la expriista Sara María Chilaca, sólo que Sarita, además de los 28 mil votos que recibió como candidata de Puebla Unida, sumó también los 2 mil 797 de Convergencia y los 3 mil 640 que le dio el PSI, para obtener en total 34 mil 909 sufragios.
El priista Víctor Giorgana padece hoy también y su diputación está “en la tablita” debido a las candidaturas comunes en el distrito 16, en donde su oponente Julián Rendón obtuvo con Puebla Unida 22 mil 363 votos, faltando cuatro casillas por computarse. La elección se cierra cuando el abanderado oficial recibe mil 33 votos otorgados por Convergencia y 609 del PSI, lo cual le da ventaja al exfuncionario de Blanca Alcalá por sólo 15 puntos.
El distrito 23 —con cabecera en Acatlán de Osorio— registró a otra damnificada del PSI y de las candidaturas comunes, la dirigente de la liga de comunidades agrarias, Maritza Marín Marcelo, le hubiera ganado al candidato de la coalición Puebla Unida si no hubiera sido por los 803 votos que el PSI le abonó a la causa morenovallista para que obtuvieran la victoria.
Dicen que el hubiera es “el verbo de los tontos”, y tienen mucha razón quienes lo afirman, porque “el hubiera no existe”. En su momento advertí en este mismo espacio sobre el riesgo que corría el PRI al haber aceptado dentro de la Reforma Electoral las candidaturas comunes, situación que les pasó de largo a los miembros de este partido y a su dirigencia.
El PRI fue arrasado el pasado domingo electoralmente, pero su derrota se fue escribiendo conforme aprobaron una Reforma Electoral que los dejaba en total estado de indefensión, con diputados abyectos y una dirigencia postrada ante intereses que no correspondían a este partido político.
También es culpa del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, que dejó a la deriva al priismo poblano después de la derrota electoral de 2010.
La Reforma Electoral, la redistritación, las candidaturas comunes, la renovación de los órganos electorales, todo fue avalado por el PRI en su momento.
Ironías de la vida, el expresidente de la Junta de Gobierno del Congreso local y coordinador de los diputados del PRI en ese tiempo, Edgar Salomón Escorza, fue victima de lo que él mismo avaló. Sin candidaturas comunes, Salomón habría ganado con San Martín Texmelucan al candidato de Puebla Unida, pero al avalar esta figura cavó su propia tumba. En su elección, Rafael Núñez —el ganador de la contienda— sumó los votos del PT y el PSI para obtener el triunfo, y en el pecado llevó la penitencia.
Para concluir con el tema del PSI, la “revelación electoral” de este proceso se agenció —entre otros triunfos— los municipios de Acateno y Palmar de Bravo, y ayudó a la debacle el tricolor en Zacatlán y san Martin Texmelucan, considerados como dos bastiones del tricolor.
Los priistas, en el pecado llevaron la penitencia.