(le pouvoir des gouverneurs)
 
Todos los análisis coinciden en el hecho de que los grandes ganadores de la jornada realizada hace ocho días en 14 estados del país fueron los gobernadores de los diferentes estados, los cuales tuvieron como prioridad asegurar la mayoría en sus respectivos estados.
La empresa Parametría —que dirige Francisco Abundís— así lo consigna en un muy interesante estudio, el cual detalla que no hubo una sola entidad donde el gobernador no hubiera ganado su Congreso para asegurar la gobernabilidad de su respectiva entidad.
Un gobernador depende para el ejercicio de su gestión de su Congreso. En el extremo podría perder todas las presidencias municipales, pero si pierde su Congreso no podría seguir gobernando. Por ello tal vez la mejor manera de entender lo que sucedió el domingo pasado no sea el análisis de municipios (aún si estas son las capitales), quizá un análisis más adecuado implique observar la composición de los congresos locales. Algunas ciudades cuentan con una cantidad de recursos significativa, pero para un gobernador no tener el apoyo de su Congreso es el fin de su gobierno.
En los 14 estados en contienda los gobernadores conservaron sus Congresos, independientemente de su filiación partidista. Aun cuando podrían haber perdido asientos (Aguascalientes, Veracruz). Incluso en los estados donde hubo “malos” resultados para el gobernador el control del Congreso se mantiene, ya sea porque lo controla su partido o porque cuenta con los partidos “pequeños” (Sinaloa). El control de estos partidos “pequeños” o locales frecuentemente fortalece el poder del gobernador (Puebla). Coahuila, donde se podría haber visto cuestionada esta explicación, no tuvo elecciones de diputados, probablemente para fortuna del gobernador Moreira.
La falta de participación es otro indicador de que el poder local radica en los gobernadores. Es un fenómeno que es a la vez causa y efecto. Hay que concederle un poco más de inteligencia al elector y no simplemente tomarlo por un mal ciudadano porque no salió a votar. El ciudadano no se mueve por su deber ser, sino por su interés, como cualquier otro actor racional. Por qué razón habría de salir a votar por posiciones de tan poca monta, donde hay tan poco de por medio, donde hay tan poca capacidad de gestión.
Hasta aquí la larga pero necesaria cita, para entender el fenómeno de lo que ocurrió en Puebla el pasado 7 de julio.
El poder de los gobernadores es tal hoy en día que sólo la Federación puede acotar a quienes desde la caída del PRI en 2000 se han convertido en amos y señores de sus respectivos estados.
Aunque se dijo que con el regreso del PRI a Los Pinos en el pasado 2012 el poder de los gobernadores se vería acotado, los hechos demuestran lo contrario.
Los mandatarios estatales han conservado su poder, principalmente porque el presidente de la República se encuentra acotado, dentro de sus compromisos, en algo que he denominado el “feudalismo mexicano”.
Peña Nieto enfrenta la misma disyuntiva de sus antecesores Fox y Calderón, quienes necesitaban apoyo de todas las fuerzas políticas para garantizar primero la gobernabilidad y sus reformas estructurales, aunque en el caso de Calderón se enfrentaba también un grave problema de legitimidad.
El presidente Peña se encuentra hoy ante poderosos señores locales, como los Capetos franceses que enfrentaban a fuertes vasallos, que muchas veces juraban fidelidad pero su poder era superior al del propio rey, el cual tenía que pagar un precio muy alto cuando solicitaba apoyo de duques o condes para ir a la guerra.
Generalmente, el precio eran más canonjías y la extensión de sus territorios, lo cual los hacía aún más poderosos, a tal grado que el rey generalmente caía presa de las intrigas de sus propios cortesanos. 
En agosto, el gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, asumirá la presidencia de la Confederación Nacional de Gobernadores (Conago), organismo creado luego de la caída del priismo en 2000 como ente intermediario entre los mandatarios estatales y el presidente de la República. En septiembre se plantea que inicie la discusión de dos reformas trascendentales para el gobierno peñista, la reforma hacendaria y la energética. Habrá que ver qué nuevas concesiones está dispuesto a ceder el presidente de la República, o si con lo que entregó quedaron satisfechos los poderosos señores feudales del Estado mexicano.
 
El retorno de Eukid
En un cambio más que cantado, ayer tomó posesión como nuevo titular de la Sedecap el operador del morenovalismo Eukid Castañón Herrera.
El nuevo contralor es un experto en materia de administrador pública, sino es que el mejor en el país.
Su despacho privado no se da abasto para atender a sus múltiples clientes, que saben que una de las especialidades de Eukid es poner todo en orden. No por nada se encargó de la elaboración de los libros blancos de la administración del entonces gobernador Melquiades Morales Flores.
No cabe duda que el gobernador no quiere ninguna sorpresa para el cierre de su administración y va con el mejor en su ramo.