Hay quienes lo añoran pero no lo buscan. Otros lo consiguen, pero entonces se sienten culpables o sencillamente no saben qué hacer con él. Los especialistas coinciden en que esos minutos, horas o días sin obligaciones son esenciales para el crecimiento personal, e incluso para ser más productivos. Aquí se presentan algunas pistas para manejarlo sin remordimientos.
Al escuchar la palabra ocio, a muchos les viene a la mente la imagen de una señora limándose las uñas sobre el escritorio de su oficina o la clásica caricatura de un lánguido personaje que, echado en una hamaca, apenas parece tener voluntad y fuerzas para rascarse la barriga. Pero, antes de servir para etiquetar negativamente a quienes permanecen inactivos —al punto de considerarlos inútiles—, ocio es, por definición, tiempo libre, ése del que se dispone fuera de las obligaciones y ocupaciones habituales. Es el querer frente al deber, y no necesariamente quiere decir no hacer nada.
“Nosotros fuimos educados con la idea de que el trabajo era el valor absoluto, el desarrollo de cada uno tenía que hacerse sólo a través de él, y la mejor prueba de eso es que cuando conoces a una persona la primera pregunta que le haces es: ¿Tú qué haces, a qué te dedicas? Y su respuesta suele influir bastante sobre la visión que uno luego va a tener de esa persona. En nuestra sociedad, cuando no trabajas, no existes”, dice Yannick Rivière, coach de Caracas Coaching, organización dedicada a la asesoría personal.
 
Pero no todo puede ser trabajo
“Se necesita hacer esa distinción entre la obligación y el momento en el que puedo hacer lo que quiero", recalca la especialista.
Paradójicamente, hasta los workaholics deberían tener esto en cuenta. “Los estudios que se han hecho demuestran que en países donde los trabajadores tienen más vacaciones y menos horas a la semana de trabajo hay mayor productividad. En Francia, por ejemplo, hay cinco semanas de vacaciones, frente a las dos que en promedio disfrutan quienes laboran en Estados Unidos. Todo lo que te permite el tiempo libre hace que te sientas más tranquilo, creativo y eficiente”, señala Rivière. “Por algo las grandes empresas, cuando requieren nuevos desarrollos, envían a sus altos ejecutivos a sitios paradisíacos para que descansen y regresen renovados”, añade Valera.
Asimismo, el tiempo de ocio tampoco debe ser confundido con el que se necesita para descansar después de un día de trabajo, sino con el que se delimita para hacer lo que realmente se desea.
Pero, como cada quien lo va descubriendo a lo largo de la vida, sin importar si estudió o no las teorías de Einstein, los especialistas recuerdan que el tiempo es relativo. “Hay personas que en 24 horas logran hacer un montón de cosas y otras tienen dos o tres cosas y se sienten full”, dice Rivière, por eso recomienda elaborar listas para establecer las emergencias y las cosas importantes por hacer cada día.
Y si para unos constituye un esfuerzo arrancarle un minuto a su agenda de obligaciones, hay quienes viven otro dilema: cuando disponen de tiempo libre no saben qué hacer con él y hasta se sienten culpables.
Rivière invita a librarse de cualquier remordimiento, pues insiste en que lo que se hace en el tiempo libre es parte de todo un proceso del desarrollo humano de cada persona. “Si en ese tiempo te diviertes con tus hijos, eso es bueno; si aprendes algo diferente, eso también es bueno, incluso si te acuestas a dormir una siesta, es porque tu cuerpo necesita recuperar energías, y eso también es útil. Todas las experiencias que vas a tener son oportunidades de aprender y todo eso es parte de la construcción global de tu personalidad, ni más ni menos”.
Cada uno a su manera. “Yo veo el tiempo libre como algo complementario al trabajo, diferente para cada persona”, dice quien considera que este tiempo debe entenderse como una oportunidad para desarrollar otras aptitudes propias que el trabajo no permite: “Yo tenía un cliente que era un alto ejecutivo, que manejaba contratos por millones de dólares, y su tiempo libre lo dedicaba a hacer muebles de madera”. Los especialistas coinciden en que lo ideal es sentarse a pensar en qué cosas nuevas se quisiera aprender, qué capacidades no se están desarrollando en su trabajo diario o sencillamente qué se preferiría estar haciendo en un determinado momento para poder enfocarse en ello y reservar el tiempo que amerite para poder dedicárselo.
Sacarle el jugo. Hay días en los que, por más que se intenta, el tiempo libre no encuentra una línea donde apuntarse en la agenda. ¿Qué hacer antes de terminar en el hospital con una contractura muscular, un severo ataque de ansiedad o un cuadro generalizado de estrés? “Aunque estés limpiando la cocina, por ejemplo, puedes, al mismo tiempo, escuchar tu música favorita. Es muy diferente hacer las cosas desde el disfrute que desde el deber”, dice Valera.
Sacarle el jugo el tiempo es tan vital como respirar, te recomiendo que durante tus tiempos “muertos” realices pequeñas actividades que te ayudaran a ser más feliz y a relajarte, como:
Escuchar música durante el camino a una reunión.
Si viajas en transporte público, aprovecha el tiempo y lee.
Al levantarte, dedica 5 minutos para realizar ejercicio.
Realiza un juego de Sudoku mientras estas en el baño.
Las posibilidades son infinitas y tu creatividad enorme. De que el trabajo dignifica, no hay duda, el asunto parece estar en aprender que esto no está reñido con el disfrute, y que es más inteligente pensar que ambos conceptos son complementarios que quedarse con la máxima de que son incompatibles.