Si bien es cierto que la próxima Legislatura tendrá una arrasadora mayoría panista, que sin duda alguna trabajará para sacar adelante los proyectos de ley que convengan al Poder Ejecutivo, la verdad es que tampoco es una circunstancia que sorprenda o asuste a propios y a extraños.
El mejor ejemplo se vive actualmente. Hasta antes del inicio del proceso electoral, los integrantes del Congreso local, llámense del partido que sea, trabajaron, negociaron y aceptaron todas y cada una de las propuestas que convenían en su momento al partido en el poder. Con sus pocas excepciones, los priistas entregaron sin pena alguna sus intereses ideológicos, dignidad y vergüenza (si es que alguna vez las tuvieron). 
Hoy las cosas cambiarán, dicen. En un evidente rompimiento entre la bancada de Acción Nacional con la del tricolor, consecuencia de la derrota, los derrotados pretenden no sucumbir ante los caprichos de sus homólogos azules. Los priistas con las heridas políticas a flor de piel amenazan con ahora sí retomar lo que no tiene remedio, una postura opositora que la verdad, nadie, absolutamente nadie creerá. 
Crea fama y échate a dormir, dice el dicho, y esto fue exactamente lo que los diputados priistas (la mayoría, pues) se dedicaron a hacer durante sus dos primeros años como representantes populares. ¿O acaso usted, amable lector, recuerda a alguno de los diputados tricolores levantando la voz, incorporarse o defender lo que ellos mismos hoy padecen? 
Por favor, señores legisladores, a partir de hoy traten de recuperar por lo menos un gramo de dignidad política que los coloque en un nivel menos vergonzoso que el que ahora ocupan. ¿Cómo? ¡Pónganse a trabajar!