Las cosas en el Partido Revolucionario Institucional están peor que nunca. Entre la búsqueda de culpables de la derrota electoral y el inevitable y absurdo protagonismo de su líder estatal Pablo Fernández del Campo, los militantes no saben si llorar o mejor reírse.
Y es que dicen que Pablito, no conforme con llevar a cuestas tres derrotas consecutivas, la primera en 2010 cuando coordinó la campaña de Mario Montero Serrano, candidato a la presidencia municipal de Puebla y le metieron un “dos a uno”. Dos años después tuvo el valor de ser aspirante a la diputación federal por el distrito 12 en donde el desconocido Néstor Gordillo arrasó con él. Y cómo olvidar este último fracaso como dirigente del tricolor en donde Puebla Unida triunfó con las manos en la cintura resaltando en todo momento la falta de personalidad política del hoy diputado plurinominal, quien aspira a coordinar la fracción parlamentaria de su partido en el Congreso local.
No se ría. Es en serio. Pablito, quien clavó un clavito, anda en plena promoción de su imagen en los medios de comunicación pues sus aspiraciones no han sido saciadas y quiere más. No le importa lo que diga la militancia ni sus futuros compañeros de bancada, su repentina relación con un alto funcionario de Gobernación federal lo han hecho creer que él y solo él lo puede y merece todo.
Incluso, dicen, intentó renunciar a la dirigencia estatal días después de la elección, sin embargo en el Comité Ejecutivo Nacional del PRI le dijeron que aún no eran los tiempos y había que esperar a que las aguas se calmaran. Y como el joven político tiene la habilidad de meterse en todos lados como los bichos de baldío pues aprovechando su posición de “líder” pretende incrementar su popularidad y así exigir, pedir o robar, la coordinación de la bancada en la próxima Legislatura. Lo que no sabe es que esta vez no lo tienen contemplado.